domingo, 24 de mayo de 2015

AMOR A NUESTRA MADRE CELESTIAL


Por mucho que queramos a nuestra Madre celestial…, nunca podremos sobrepasar el grado de intensidad de amor, que Ella nos tiene a todos y cada uno de nosotros. En la Cruz le dijo el Señor a Ella: “Mujer, he ahí a tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí a tu madre”. (Jn 19,26-27). Y a partir de ese momento la humanidad entera tuvo el regalo de una madre celestial no carnal sino espiritual. Y como sabemos que el orden espiritual está por encima del orden material, su maternidad es lo más importante que tenemos para alcanzar la eterna salvación, pues solo por Ella y por medio de Ella, recibimos todas las gracias necesarias para nuestra salvación. María es la mediadora universal de todas las gracias y dones divinos que tan necesarios nos son para nuestra salvación.

            Desgraciadamente, es muy escaso, nuestro amor a María en relación a lo que debería de ser. Existe una diferencia entre el amor maternal terreno, que la mayoría hemos conocido y el amor espiritual, es decir de carácter sobrenatural que María nuestra Madre celestial nos tiene. La falta de vida espiritual de muchos, quizás sea una de las razones por las que los hombres, no aman suficientemente a quién tanto les ama a ellos. Porque ellos, solo creen que existe lo que ven los ojos de su cara.

La existencia de un mínimo de fe y un cierto grado de vida espiritual, aunque este se limite a lo que nos enseñaron nuestras madres terrenales, es necesario tener para comprender y sentir el amor que nuestra Madre celestial nos tiene. Pero a pesar de estos inconvenientes, no han faltado a lo largo de estos más de 2000 años de cristiandad, locos enamorados del amor, que nos da María, nuestra Madre celestial. Han sido pocos porque si profundizamos en tomar conciencia del amor de nuestra Madre Maria a todo nosotros, nos damos cuenta de nuestra ingratitud e estulticia en no entregarnos a su amor.

Querer llegar al Señor, sin pasar por María es perder el tiempo, es Ella sola Ella, la que tiene una total capacidad de mediación, que está deseando que se la solicitemos. Si quieres amar al Señor, busca el amor de María, nuestra Madre que siempre lo encontrarás. Quizás sea España quien se lleve la palma en el amor a Maria por algo se la llama la “Tierra de María Santísima”, y entre los muchos españoles a los que se les puede donar el título de “locos por Maria”. Locos por amor a Maria fueron aquellos soldados de los gloriosos tercios de Flandes, dieron muestra de este amor.

La historia merece ser contada. Ella sucedió en Kempel, una localidad al borde del rio Mosa, en tierras flamencas. El 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco de Bobadilla combatía por la fe católica y por España. La isla de Bommel, situada entre los ríos Mosa y Waal, era el reducto defendido por el Tercio Viejo, bloqueado por completo por la escuadra del protestante Almirante Holak. Se llamaba Tercio viejo por ser el primero creado por el genio militar de Gonzalo Fernández de Córdoba, en la conquista del Reino de Nápoles en Italia, frente a los franceses, que se oponían a los derechos de los Reyes católicos, Isabel y Fernando, señores de aquel Reino.

En Flandes, cinco mil hombres guarnecían la isla, "cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil diablos ", como dijera de ellos el almirante protestante de la escuadra que asediaba a los españoles. El bloqueo se estrecha cada día más; ya no quedan víveres, ni pertrechos de guerra, ni ropas secas. Sólo frío y agua y barro y desesperanza. Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos, envía unos refuerzos que nunca llegan. Los maestres de campo. Carlos Mansfeld y Juan del Águila tratan, en vano, de socorrer a los sitiados; no hay esperanzas de auxilio.

El jefe enemigo propone entonces una rendición honrosa. La respuesta de Bobadilla es inmediata: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos". Ante tal respuesta, Holak recurre a un método infalible para acabar con la resistencia española. Como las aguas del Mosa discurrían por un canal más alto que el terreno ocupado por los soldados españoles, abre una enorme brecha en el dique y las aguas se precipitan sobre el campamento del Tercio viejo, que pronto se ve rodeado de ellas por todas partes. No queda más tierra firme, que el montecillo (apenas cincuenta metros) de Empel, donde, abandonando impedimenta y pertrechos, han de refugiarse los soldados, so pena de perecer ahogados.

En esta situación, un soldado del Tercio viejo, cavaba una trinchera "más para tumba que para guarecerse", cuando tropezó con un objeto de madera allí enterrado. Era una tabla flamenca en la que estaba pintada, en vivos colores, la Inmaculada Concepción. Téngase en cuenta que ya en aquella época los españoles rezaban porque se realizase la declaración dogmática de Inmaculada concepción, desde aquel 8 de diciembre patrona de la infantería española. Comenzó el soldado a gritar y acudieron sus compañeros que, colocando el cuadro sobre la bandera española, a modo de improvisado altar, cayeron todos de rodillas entonando la Salve.

El Maestre Bobadilla, considerando el hecho, como señal cierta de la protección divina, arengó así a sus soldados. "¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos. ¿”Queréis que se quemen las banderas, que se inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas? ¡Si queremos!", fue la respuesta unánime de aquellos españoles.

Un viento huracanado e intensamente frío se desató aquella tarde helando las aguas del Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo en plena noche, atacan por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre y alcanzan una victoria tan completa que hace decir al almirante Holak: "Tal parece que Dios es español al obrar, para mí, lo que es tan grande milagro". Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, la flor y nata del ejército español. Años después lo sería de la Infantería Española.

No es necesario decir que el papa Pío IX por la bula Ineffabilis Deus, del 8 de diciembre de 1854, declaro el dogma de la Inmaculada concepción de María nuestra Madre celestial. Hoy en día es Patrona de España, y de la mayoría de las naciones de habla hispana que tiene también este patronazgo al igual que Portugal, Filipinas. Japón, Corea del sur, de Polonia. Pocos sabrán que lo es también, de los Estados Unidos. En 1792, el obispo de Baltimore, John Carroll, consagró a la recién nacida nación de los Estados Unidos a la protección de la Inmaculada Concepción. En 1847, el papa Pío IX formalizó dicho patronazgo.

Entre los españoles que son acreedores a este título de locos de amor por María, se encuentra también un reciente Santo llamado Rafael Arnaiz. Nació este, en Burgos en 1911 y fallecido de un coma diabético, a los 27 años en 1938, tras una corta vida monástica en la Trapa del Monasterio de San Isidro de Dueñas en Palencia. Fue canonizado por Benedicto XVI en 2009.

Cuando entró en el Monasterio, escribió: “Me cansan los hombres, aun los buenos. Nada me dicen. Suspiro todo el día por Cristo (...). El monasterio va a ser para mí dos cosas. Primero: un rincón del mundo donde sin trabas pueda alabar a Dios noche y día; y, segundo, un purgatorio en la tierra donde pueda purificarme, perfeccionarme y llegar a ser santo. Yo le entrego mi voluntad y mis buenos deseos. Que Él haga lo demás”.

Se puede pensar, sin temor a equivocarnos, que no hay santo alguno, que no haya amado con más o menos intensidad a Nuestra Señora, pues ellos como todos nosotros, si recibimos gracias divinas, es siempre por la intercesión mediadora de nuestra Madre celestial.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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