lunes, 30 de noviembre de 2015

ORACION PARA EL DIA DE HOY


LUCES DE ADVIENTO

LA LUZ DE LA PALABRA. Acércate al pensamiento de Dios. La lectura de su Palabra te hará comprender y entender qué es lo que Dios quiere de ti y para ti. O, tal vez, lo sentirás más cerca, más vivo, más comprometido con tu existencia.

LA LUZ DE LA VERDAD. El Señor aparecerá desnudo en Belén. Esa es una gran realidad: DIOS se despoja de su grandeza para llegarse hasta nosotros con un objetivo: que sea la VERDAD frente a tantos dioses que invaden nuestra conciencia y nos convierten en esclavos del relativismo.

LA LUZ DEL AMOR. Las personas, además de medios económicos, necesitamos del cariño de aquellos que nos rodean. Sólo los corazones obstinados y duros son incapaces de reconocer la enfermedad que nos atenaza: somos calculadores y fríos. Jesús, con su nacimiento, remueve el cemento de nuestras entrañas para convertirlo en algodón que acoge y disfruta dándose a los demás.

LA LUZ DE LA ESPERANZA. Las noticias negras nos sacuden y condicionan nuestra felicidad. Los sucesos negativos nos llevan a una conclusión: el mundo va a la deriva. La esperanza cristiana no nace de los grandes regidores del mundo sino, por el contrario, de Jesús Salvador que nos trae otra óptica sobre nuestra humanidad.

LA LUZ DE LA FE. Si dejamos de mirar al cielo sólo nos quedará el suelo y, ese suelo, se agrieta frecuentemente. La fe es una lente por la que, aun sin ver, creemos que DIOS vive y se manifiesta de una forma extraordinaria y vertiginosa en Cristo. Lo podremos tocar, adorar y cantar. La fe nos hace tremendamente invencibles.

LA LUZ DE LA IGLESIA. Algunos quisieran una Iglesia recluida y sin luz interna. Es más; algunos sólo pretenden unos templos artísticamente bellos por fuera pero sin vida divina por dentro. El Adviento nutre a la Iglesia de aquello que la hace única, imperecedera y soñadora: Jesús es su energía y su razón de ser.

LA LUZ DEL OPTIMISMO. Un Niño nos va a nacer y, la casa de nuestro corazón, es traspasada por la alegría. Nadie nos puede robar el sentido más genuino de la Navidad. Tendremos que ser respetuosos con los que se quedan sólo con el celofán navideño pero, nosotros, tendremos que ser como Juan Bautista: anunciar que Alguien está por llegar. Eso produce una sensación de optimismo real y contagioso.

LA LUZ DE LA ORACIÓN. ¿Cómo será ese Niño? ¿Cómo vendrá? ¿Por qué Dios se presenta pequeño y silencioso? La oración es una luz que nos ayuda a prepararnos al acontecimiento de la Navidad. Un cristiano que no reza en adviento es un cristiano que puede ser seducido e inmovilizado por lo secundario o por lo artificial. Quien reza en adviento se convierte en un pesebre donde Dios nacerá con especial vigor.

LA LUZ DE LA SOBRIEDAD. Las circunstancias dolorosas de muchas personas reclaman de nosotros no sólo solidaridad sino caridad. El adviento, como Juan proclama, nos invita a despojarnos de aquello que puede estorbar a un Niño que merece la mejor habitación de la casa de nuestra persona. Si nos volcamos con los demás…Dios nacerá en toda su magnitud en nosotros.

LA LUZ DE LA EUCARISTÍA. La Iglesia es una gran familia que, cuando se reúne, pide perdón, escucha, reza, canta y hace presente el Memorial de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. La Eucaristía, en adviento, nos hace mejores centinelas, nos mantiene despiertos, nos llena del Espíritu de María y, sobre todo, nos centra en lo esencial: DIOS VIENE A NUESTRO ENCUENTRO.

FRANCISCO ANIMA A MIRAR «A LA OTRA ORILLA, EL CIELO QUE NOS ESPERA» Y SER «MÁS ALEGRES, MÁS SANTOS»


Misa multitudinaria en Bangui, último gran acto papal en África

Más de 30.000 personas han participado con el Papa Francisco en la eucaristía en el estadio Barthelemy Boganda de Bangui, la capital centroafricana, su último gran acto público en un viaje que le ha mantenido 6 días en tierras africanas.

Nadie celebraba un gran acto de masas en este estadio desde el golpe de estado de los rebeldes musulmanes de Seléka en marzo de 2013 (el último fue un mitin del presidente anterior). Llenarlo de cánticos, alegría y oración ha sido un gesto de esperanza simbólico y poderoso para la sufrida población de República Centroafricana.

En un país atribulado por la pobreza (desde siempre) y la violencia (desde hace 3 aós)
Francisco ha predicado la salvación en Cristo y ha animado a poner los ojos en "la otra orilla" que es “la vida eterna, el Cielo que nos espera”. La vida eterna, ha asegurado, no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor.

Una vez más, el catolicismo africano ha desplegado su alegría celebrativa con bailes y cánticos y banderas, participados con entusiasmo por todos los asistentes.

Precisamente, el Papa pidió a los cristianos que compartiesen ese entusiasmo son desfallecer. Así, exhortó a
"perseverar con entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos y cada uno de nosotros estamos llamados a ser este mensajero que nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo sin saberlo".

En TouTube, misa íntegra en el estadio Boganda; la procesión de entrada empieza en el minuto 14. El vídeo dura 2 horas 22 minutos.

TEXTO ÍNTEGRO DE LA HOMILÍA DEL PAPA EN LA MISA DE BANGUI
No deja de asombrarnos, al leer la primer lectura, el entusiasmo y el dinamismo misionero del Apóstol Pablo. «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!» (Rm 10,15).

Es una invitación a agradecer el don de la fe que estos mensajeros nos han transmitido. Nos invita también a maravillarnos por la labor misionera que -no hace mucho tiempo- trajo por primera vez la alegría del Evangelio a esta amada tierra de Centroáfrica.

Es bueno, sobre todo en tiempos difíciles, cuando abundan las pruebas y los sufrimientos, cuando el futuro es incierto y nos sentimos cansados, con miedo de no poder más, reunirse alrededor del Señor, como hacemos hoy, para gozar de su presencia, de su vida nueva y de la salvación que nos propone, como esa otra orilla hacia la que debemos dirigirnos.

La otra orilla es, sin duda, la vida eterna, el Cielo que nos espera. Esta mirada tendida hacia el mundo futuro ha fortalecido siempre el ánimo de los cristianos, de los más pobres, de los más pequeños, en su peregrinación terrena. La vida eterna no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor.

Pero esa otra orilla más inmediata que buscamos alcanzar, la salvación que la fe nos obtiene y de la que nos habla san Pablo, es una realidad que transforma ya desde ahora nuestra vida presente y el mundo en que vivimos:
«El que cree con el corazón alcanza la justicia» (cf. Rm 10,10). Recibe la misma vida de Cristo que lo hace capaz de amar a Dios y a los hermanos de un modo nuevo, hasta el punto de dar a luz un mundo renovado por el amor.

Demos gracias al Señor por su presencia y por la fuerza que nos comunica en nuestra vida diaria, cuando experimentamos el sufrimiento físico o moral, la pena, el luto; por los gestos de solidaridad y de generosidad que nos ayuda a realizar; por las alegrías y el amor que hace resplandecer en nuestras familias, en nuestras comunidades, a pesar de la miseria, la violencia que, a veces, nos rodea o del miedo al futuro; por el deseo que pone en nuestras almas de querer tejer lazos de amistad, de dialogar con el que es diferente, de perdonar al que nos ha hecho daño, de comprometernos a construir una sociedad más justa y fraterna en la que ninguno se sienta abandonado.

En todo esto, Cristo resucitado nos toma de la mano y nos lleva a seguirlo. Quiero agradecer con ustedes al Señor de la misericordia todo lo que de hermoso, generoso y valeroso les ha permitido realizar en sus familias y comunidades, durante las vicisitudes que su país ha sufrido desde hace muchos años.

Es verdad, sin embargo, que todavía no hemos llegado a la meta,
estamos como a mitad del río y, con renovado empeño misionero, tenemos que decidirnos a pasar a la otra orilla.

Todo bautizado ha de romper continuamente con lo que aún tiene del hombre viejo, del hombre pecador, siempre inclinado a ceder a la tentación del demonio -y cuánto actúa en nuestro mundo y en estos momentos de conflicto, de odio y de guerra-, que lo lleva al egoísmo, a encerrarse en sí mismo y a la desconfianza, a la violencia y al instinto de destrucción, a la venganza, al abandono y a la explotación de los más débiles...

Sabemos también que a nuestras comunidades cristianas, llamadas a la santidad, les queda todavía un largo camino por recorrer. Es evidente que todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio. Ojalá que el Año Jubilar de la Misericordia, que acabamos de empezar en su País, nos ayude a ello. Ustedes, queridos centroafricanos, deben mirar sobre todo al futuro y, apoyándose en el camino ya recorrido, decidirse con determinación a abrir una nueva etapa en la historia cristiana de su País, a lanzarse hacia nuevos horizontes, a ir mar adentro, a aguas profundas.

El Apóstol Andrés, con su hermano Pedro, al llamado de Jesús, no dudaron ni un instante en dejarlo todo y seguirlo: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mt 4,20). También aquí nos asombra el entusiasmo de los Apóstoles que, atraídos de tal manera por Cristo, se sienten capaces de emprender cualquier cosa y de atreverse, con Él, a todo.

Cada uno en su corazón puede preguntarse sobre su relación personal con Jesús, y examinar lo que ya ha aceptado -o tal vez rechazado- para poder responder a su llamado a seguirlo más de cerca. El grito de los mensajeros resuena hoy más que nunca en nuestros oídos, sobre todo en tiempos difíciles; aquel grito que resuena por «toda la tierra [...] y hasta los confines del orbe» (cf. Rm 10,18; Sal 18,5).

Y resuena también hoy aquí, en esta tierra de Centroáfrica; resuena en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras parroquias, allá donde quiera que vivamos, y nos invita a perseverar con entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos y cada uno de nosotros estamos llamados a ser este mensajero que nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo sin saberlo. En efecto, ¿cómo podrá este hermano -se pregunta san Pablo- creer en Cristo si no oye ni se le anuncia la Palabra?

A ejemplo del Apóstol, también nosotros tenemos que estar llenos de esperanza y de entusiasmo ante el futuro. La otra orilla está al alcance de la mano, y Jesús atraviesa el río con nosotros.
Él ha resucitado de entre los muertos; desde entonces, las dificultades y sufrimientos que padecemos son ocasiones que nos abren a un futuro nuevo, si nos adherimos a su Persona. Cristianos de Centroáfrica, cada uno de ustedes está llamado a ser, con la perseverancia de su fe y de su compromiso misionero, artífice de la renovación humana y espiritual de su País.

Que la Virgen María, quien después de haber compartido el sufrimiento de la pasión comparte ahora la alegría perfecta con su Hijo, los proteja y los fortalezca en este camino de esperanza. Amén.

JULEON SCHINS, FÍSICO: «SIEMPRE QUE PARECIÓ HABER UNA CONTRAPOSICIÓN ENTRE CIENCIA Y FE, GANÓ LA FE»


Es llamativo el título: La ingenuidad española (Círculo Rojo). Aunque su autor nos aclara enseguida que escribirá pronto sobre la ingenuidad de otros pueblos: “Empecé con España porque tengo la impresión de que seréis el pueblo que dentro de cincuenta años salve la fe de Europa”.

Juleon Schins tiene 51 años, es católico y lo ha sido siempre: “Nunca he tenido una profunda crisis religiosa ni he visto una ‘gran luz’ que me hiciera volver a la fe”. Holandés de padres holandeses, aunque nacido en Suiza, se doctoró en Física Molecular por la Universidad de Amsterdam, tiene estudios de postgrado en Biofísica, ha trabajado en diversos centros de investigación –entre ellos la Escuela Nacional Superior de Técnicas Avanzadas de París- y desde 2002 es profesor de nanotecnología en la University of Technology de Delft (Holanda).

Cuando habla de ingenuidad, es para
alertar de algunos errores en la actuación pública de los católicos.

-¿QUÉ ENTIENDE POR INGENUIDAD?
-Me limito a la definición del Evangelio, porque no soy teólogo: “Los hijos de este mundo son más astutos para sus cosas que los hijos de la luz” (Lc 16, 8). La virtud opuesta a la ingenuidad es aquella parte de la prudencia que regula el comportamiento de la persona hacia todo lo no-inmediato, lo no-personal: es decir, lo político, lo social.

-¿ES UNA CARACTERÍSTICA DE LOS CATÓLICOS?
-Es característica de todo hombre afectado por el pecado original. Pero el mismo Evangelio dice que los hijos de la luz somos menos prudentes que los de las tinieblas. Como pobre físico que soy, que lo ve todo a través del microscopio de lo cuantitativo, pienso: a más luz, menos prudencia. La ingenuidad no es propia de los católicos por ser católicos, sino por ser hijos de la luz. Y la ingenuidad típicamente católica es la ingenuidad de un pueblo con fuerte tradición católica, como españoles, italianos y polacos.

-¿EN QUÉ CONSISTE?
-La ingenuidad que esos países tienen en común es un cierto error en la delimitación entre lo debido al César y lo debido a Dios. Por ejemplo, fieles que consideran su parroquia como una familia cerrada, u obispos que hablan de política. Una excepción espectacular es Juan Pablo II cuando era arzobispo de Cracovia: en momentos increíblemente duros, en situaciones increíblemente complicadas, siempre supo ser pastor de su rebaño, con el debido sometimiento a las autoridades comunistas, y con la debida resistencia, con un equilibrio muy pensado.

-¿CÓMO SE CONSIGUE ESE EQUILIBRIO?
-Aparte de una fe colosal, Juan Pablo II tenía un profundo conocimiento del comunismo y del hombre católico polaco. Este profundo conocimiento práctico, junto con todas sus virtudes, le hicieron inmune para la ingenuidad. Nunca se dejó llevar por la ira, la gran amiga de la ingenuidad.

-¿POR QUÉ DICE ESO?

-Porque la ira lleva a decir cosas por las que luego hay que pedir perdón, a veces públicamente.

-USTED ES CATÓLICO Y CIENTÍFICO. ¿PUEDE HABER ENTRE LA CIENCIA Y LA FE UNA CONTRAPOSICIÓN REAL?
-Mi fe me dice que no puede haber contraposición entre ciencia y fe, ni real, ni aparente. Siempre que pareció haber una contraposición entre ciencia y fe, ganó la fe. Como en el caso de Fred Hoyle y su universo eterno sin inicio. O en el caso del pecado original: según la genética, hubo un bottleneck [cuello de botella] de la especie humana hace 200.000 años; esto puede interpretarse como la supervivencia de Noé y los suyos; como la pareja inicial, Adán y Eva, puede haber vivido hasta hace siete millones de años, va a ser muy difícil demostrar genéticamente la imposibilidad de que toda la humanidad descienda de una sola pareja. En cuanto al caso Galileo, allí tampoco hubo contraposición: los jesuitas astrónomos estaban de acuerdo con él y hasta le ayudaron identificar errores en su razonamiento; los que provocaron la crisis fueron los filósofos aristotélicos.

-LA CIENCIA ¿ALEJA DE LA FE, ACERCA A LA FE, SON CAMPOS INDEPENDIENTES...?
-Ciertamente son campos independientes, en el sentido de que contemplan una misma realidad desde distintos puntos de vista. Nunca he conocido una conversión a la fe por las ciencias cuantitativas. ¡Así que espero poco, desde el punto de vista apologético, de las reflexiones de mi libro sobre las desigualdades de Bell o la causalidad cuántica! Sí conozco bastantes ejemplos de sabios en la historia de la Iglesia, o entre los mismos Padres, que se han convertido por su conocimiento científico (argumentos históricos, teológicos, patrísticos, no cuantitativos), como el americano Scott Hahn, la holandesa Cornelia de Vogel o la judía alemana Edith Stein. Muchísimos más ejemplos conozco de científicos no creyentes que se han convertido a través de un amigo creyente y a base de argumentos no-científicos.

-¿Y LOS CIENTÍFICOS QUE SE DECLARAN ATEOS?
-Ganan un dinerillo bastante interesante por escribir tonterías acerca de un dios que no existe.

-¿CUÁL DEBE SER LA ACTITUD DEL CIENTÍFICO ANTE LOS MILAGROS?
-La misma de un no-científico, salvo en el caso de que el científico sea un experto en la materia del mismo milagro. Entonces tiene su parte de responsabilidad en convencer a los demás del carácter milagroso de los hechos considerados.

-¿QUÉ PROPONE PARA QUE LA APOLOGÉTICA CATÓLICA SEA MÁS EFICAZ?

-Dedicarse a fondo a la estadística. Por ejemplo, en cuanto a los beneficios de la educación separada. O en cuestiones de teología moral fundamental, moral sexual o social, cuestiones antropológicas o las enseñanzas sociales del Magisterio. En vez de escribir una tesis doctoral sobre la influencia de San Pacomio en el cenobitismo… salir a la calle y buscar datos, por ejemplo, sobre la delincuencia en función de la educación primaria y secundaria recibida. O, en cuanto al aborto y las uniones homosexuales, yo no me centraría tanto en las leyes. A mayor libertad de aborto, más se desenmascara a los abortistas. Cuantas más adopciones por parejas homosexuales haya, más oportunidades se presentan para hacer tesis doctorales que expliquen cuantitativamente su desastre educativo-emotivo-psicológico.

FUE GAY Y RECHAZA EL FATALISMO: «EL PLAN DE DIOS PARA NOSOTROS NUNCA INCLUYE LA HOMOSEXUALIDAD»


Joseph Sciambra vivió años cautivo de la pornografía y la prostitución.

Joseph Sciambra utiliza el argumento de su propia vida para explicar la posibilidad de un cambio.

Joseph Sciambra nació en 1969, en el norte de California, no lejos de San Francisco. Creció en lo que parecía una familia estable y cariñosa. Frecuentó las escuelas parroquiales católicas desde el jardín de infancia hasta el grado 12. Sin embargo, la oscura sombra de la pornografía turbó toda su infancia y adolescencia. En los años 90 Joseph vivió cerca de la cultura homosexual del infame Castro District de San Francisco, lo que le ofreció una visión poco común de la vida y la lucha de muchos hombres homosexuales. Más tarde se convirtió en actor pornográfico y prostituto.

»En 1999, tras lo que él refiere como una experiencia cercana a la muerte,
Sciambra volvió a Jesucristo y a la Iglesia católica. A partir de entonces ha escrito mucho sobre la verdad que rodea al mundo de la pornografía, la homosexualidad y el ocultismo. Se graduó en Historia del Arte en la Universidad de California-Berkeley y obtuvo un Máster en Historia en la Sonoma State University.

-¿CUÁL FUE EL MOTIVO QUE TE IMPULSÓ A AYUDAR A HOMBRES Y MUJERES QUE EXPERIMENTAN ATRACCIÓN POR EL MISMO SEXO?
-En 1999, Jesucristo me salvó de la homosexualidad. En esa época, aunque era muy infeliz, no tenía intención de abandonar esa vida. Era el único mundo que conocía. Entré en el mundo gay cuando era un chico traumatizado y solitario de 18 años que buscaba desesperadamente la afirmación y atención masculina. Tras más de diez años en el ambiente homosexual no conseguí sanar mis heridas o cumplir mis deseos, pues todo resultó ser una ilusión: la relación superficial y pasajera con otro hombre lo único que hacía era disfrazar el dolor de la infancia.

»Sólo muchos años después de haber abandonado el estilo de vida gay, de haber sanado esa vieja atracción hacia el mismo sexo, pude finalmente empezar a llorar por todos los que había conocido y que habían muerto tan jóvenes y tan innecesariamente. Nunca los olvidé del todo. Para honrar a las víctimas olvidadas del sida fui a San Francisco. La década anterior la había pasado alejado voluntariamente de la ciudad donde había perdido prácticamente todo. Volver fue difícil, pero sentía que era algo que tenía que hacer. Inspirado por el santo patrón de San Francisco, simplemente me eché a la calle para encontrar a la gente allí dónde estaba, en sus vidas diarias, haciendo lo que hacían cada día.

-¿CÓMO Y DÓNDE TE ACERCABAS A ELLOS? ¿CÓMO REACCIONABAN CUANDO INTENTABAS HABLARLES DE LA FE?
-En San Francisco, sobre todo en verano, la comunidad gay organiza una serie de paradas, festivales y conciertos en la calle, en los que participan más de un millón de hombres y mujeres gay. A veces con la ayuda de voluntarios suelo participar en estos eventos llevando carteles y con una camiseta en la que llevo escrito, por delante y por detrás, las dos direcciones de mis páginas web, Jesus Loves Gay Men y Jesus Loves Gay Women.

»Aunque he rechazado la palabra gay en mi propia vida como una etiqueta y una identificación falsa que me pone una cultura que acepta todo, y que no ofrecía más alternativa que lo gay a un niño con atracción hacia el mismo sexo, cuando quería llegar a la comunidad gay utilizaba su jerga para comunicar de manera más fácil con ellos. Tenía el apoyo y la contribución de muchos amigos y benefactores generosos, por lo que tenía a mi disposición pulseras con motivos religiosos, rosarios y Biblias para regalar, a los que había atado una tarjeta con los datos de mis dos páginas web y un enlace a un vídeo con mi testimonio.

Normalmente en esos lugares las conversaciones eran muy breves debido al ruido y la multitud, por lo que animaba a todos que cuando volvieran a casa dieran una ojeada a la página web y miraran el vídeo; después podían enviarme por email sus reacciones o plantearme cualquier pregunta que quisieran.

»A veces me encontraba con gente que se estaba planteando seriamente su vida y entonces querían hablar allí, en ese mismo momento. Entonces dejaba todo de lado para hablar con ellos. Normalmente su primera pregunta era:
“¿Sigues siendo gay?”, a lo que yo les respondía: “¡No!”. Y añadía siempre: “No sólo eso, no tengo relaciones sexuales con nadie y no me masturbo”. Esto les asombraba más que cualquier otro detalle de mi pasado. Porque las personas atrapadas en la homosexualidad ven su orientación como una condena a perpetuidad, como algo con lo que han nacido. Y de repente, algunos de estos supuestos de toda la vida son desafiados.

»A menudo se enfadaban, pero en realidad tenían miedo. Porque, como yo también pensaba en el pasado:
“‘Lo gay es todo lo que tengo”. Entonces empiezas a preguntarte: “¿Quién soy yo y que haré si no tengo esto?”

-CUÉNTANOS DEL HOMBRE QUE CAMBIÓ SU ESTILO DE VIDA DESPUÉS DE HABLAR CONTIGO.
-Después de uno de estos eventos en San Francisco recibí muchos emails de hombres que habían mirado mis páginas web o habían visto mi vídeo. La mayoría eran críticos o despectivos hacia lo que yo decía; las palabras que utilizan pueden ser muy hirientes e intensamente personales, pero siempre me parece interesante el hecho de que se tomen el tiempo de escribir a alguien con el que están en total desacuerdo. En mi opinión, esto demuestra que algo de lo que he dicho ha tocado una herida dolorosa.

»Siempre respondo a los que no utilizan un lenguaje obsceno o soez, intentando esclarecer lo que me dicen e indicándoles más lecturas. Es muy interesante que son personas que antes eran católicas o adultos que habían sido educados en escuelas parroquiales o católicas. Por lo tanto, a los que se cuestionan seriamente su elección les animo a buscar un director espiritual. Gracias a Dios, conozco a varios sacerdotes fieles y capaces en San Francisco. Uno de estos hombres, un joven que creció en una familia muy desestructurada que primero trabajó en el mundo de la pornografía y que luego entró en el mundo gay por comodidad y para tener compañía, pudo volver a la Iglesia después de confesarse. Sigo en contacto con él. A veces es muy duro para él y pasan meses sin que sepa nada de él, pero sigue intentándolo.

-¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A LAS PERSONAS DE NUESTRA FAMILIA O A NUESTROS AMIGOS QUE SIENTEN ATRACCIÓN POR EL MISMO SEXO?

-San Juan Pablo II dijo claramente que la misericordia o el amor sin justicia es una especie de falsa compasión: “La verdadera misericordia es… la fuente más profunda de justicia”.

»Por lo tanto, si somos padres, hermanos, primos o amigos de una persona que piensa que es gay y somos cristianos, esto nos pone en una situación difícil: por un lado, amamos a esta persona, a pesar de su sexualidad desordenada y no queremos ni juzgarla ni rechazarla. Pero también debemos mantenernos fieles a lo que sabemos y comprendemos que es el plan de Dios para todos nosotros, y esto nunca incluye la homosexualidad.

»Por lo tanto, debemos intentar encontrar un equilibrio entre amor y justicia y nuestro compromiso de
“proclamar la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina”. Es inevitable que esto, con frecuencia, haga que la persona gay se aleje de ti. ¿Pero acaso en esos momentos no estamos llamados a sufrir como Cristo por los que no saben el mal que están haciendo?

[Pincha aquí para leer lo que piensa Joseph Sciambra sobre la utilización por la Iglesia de la terminología propia del lobby gay.]

-HAS ESCRITO QUE TE SIENTES INSATISFECHO POR EL LENGUAJE USADO EN EL SÍNODO ORDINARIO DEL MES PASADO EN EL DOCUMENTO SOBRE LA FAMILIA. ¿PUEDES EXPLICARLO?
-En el párrafo que atañe a la homosexualidad se ha incluido el término
"acompañamiento", una palabra que varios padres sinodales ya estaban utilizando cuando se propuso un nuevo enfoque "pastoral" en lo que concierne a los hombres y mujeres gay y sus familias.

»El peligro es que esto puede ser fácilmente malinterpretado como una especie de aceptación pasiva de lo que la persona gay puede decidir que es justo para ella; puede convertirse en algo malo y que facilite su camino en este tipo de vida. Conozco este tipo de dinámica familiar; y cuando no se proporciona un desafío o un reconversión, el homosexual, sobre todo si es joven, inevitablemente se confirma en la orientación. La mayoría de los emails que recibo no son de homosexuales, sino de sus familias.

»Muy a menudo quien me escribe es uno de los progenitores, con el corazón destrozado porque su hijo o hija le ha apartado porque se ha negado no sólo a aceptar, sino a celebrar su
"salida del armario" y las relaciones que tiene. El joven gay suele decir palabras muy duras y las cosas llegan a ser crueles y desagradables.

»Intento recordar a estos padres que sus hijos han sido heridos, que son humanos y tienen miedo y que ven, como único camino a la felicidad, el ser gay. Cualquiera que se oponga a esto, incluyéndote a ti o a mí, es considerado un enemigo. Pero cuando la mentira gay finalmente sale a la luz, salen arrastrándose fuera de esa vida, destrozados y embrutecidos; entonces necesitarán amor, compasión y esperanza y volverán a ti.

(Publicado en National Catholic Register, traducción de Helena Faccia Serrano, diócesis de Alcalá de Henares)

PESCADORES DE HOMBRES


"Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres. Al momento dejaron sus redes y se fueron con Él."

Jesús, en este Adviento, también viene a nuestro encuentro y nos dice, seguidme. Aquellos discípulos, como Andrés, del que hoy celebramos su festividad, eran pescadores. Seguir a Jesús supone dejar las redes y dedicarse a los hombres.

Seguir a Jesús supone olvidarnos de nosotros y dedicarnos a los demás. Ser sus testigos por todo el mundo. Y ser testigos no significa solamente "hablar" de Él, sino "ser" como Él, "hacer" lo que Él hacía. Si realmente queremos ser sus seguidores, debemos, como Él, dedicar nuestra vida a hacer el bien, acoger a los más pobres, a los abandonados, a los despreciados. Dejar las noventa y nueve ovejas para correr tras la perdida. Abrir nuestro corazón a todos. Echar las redes del Amor. Ser "pescadores" de hombres...

ANDRÉS, EL QUE ACERCABA A OTROS A CRISTO


Es el instrumento de encuentro de los hombres con Cristo y que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús.

Por: P. Juan J. Ferrán | Fuente: Catholic.net

Celebramos el día del apóstol San Andrés, meditaremos hoy acerca de este gran apóstol.

El Apóstol Andrés es un hombre sencillo, tal vez también pescador como su hermano Simón, buscador de la verdad y por ello lo encontramos junto a Juan el Bautista. No importa de dónde viene ni qué preparación tiene. Parece, por lo que conocemos de él en el Evangelio, que entre otras muchas cosas algo que va a hacer es convertirse en un anunciador de Cristo a otros.

He ahí el Cordero de Dios (Jn 1,36). Estando Andrés junto a Juan el Bautista escucha de él estas palabras. De repente se siente inquieto por ellas y se va con Juan tras Jesús. Él les pregunta: ¿Qué buscáis?, a lo que ellos le dicen: ¿Dónde vives? Jesús entonces les dice: "Venid y lo veréis". Ellos fueron con Jesús y se quedaron con Él aquel día. Ha sido Juan el Bautista quien les ha enseñado a Cristo, y antes que nada Andrés ha querido hacer personalmente la experiencia de Cristo. Estando junto a él ha descubierto dos cosas: que Cristo es el Mesías, la esperanza del mundo, el tesoro que Dios ha regalado a la humanidad, y también que Cristo no puede ser un bien personal, pues no puede caber en el corazón de una persona. A partir de ahí, la vida de Andrés se va a convertir en anunciadora de Dios para los demás hasta morir mártir de su fe en Cristo.

Hemos encontrado al Mesías (Jn 1,41). La primera acción de Andrés, tras haber experimentado a Cristo, es la de ir a anunciar a su hermano Simón Pedro tan fausta noticia. Simón Pedro le cree y Andrés le lleva con el Maestro. Hermosa acción la de compartir el bien encontrado. Andrés no se queda con la satisfacción de haber experimentado a Cristo. Bien sabe que aquel don de Dios, a través de Juan el Bautista que le señaló al Cordero de Dios, hay que regalarlo a otros, como su Maestro Juan el Bautista hizo con él. Queda claro así que en los planes de Dios son unos (tal vez llamados en primer lugar) quienes están puestos para acercar a otros a la luz de la fe y de la verdad. ¡Gran generosidad la de Andrés que le convierte en el primer apóstol, es decir, mensajero, de Cristo, y además para un hermano suyo!

Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús (Jn 12,20). Se refieren estas palabras a una escena en la que unos griegos, venidos a la fiesta, se acercaron a los Apóstoles con la petición de ver a Jesús. Andrés es uno de los dos Apóstoles que se convierte en instrumento del encuentro de aquellos hombres con Cristo, encuentro que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. ¿Puede haber labor más bella en esta vida que acercar a los demás a Dios, se trate de personas cercanas, de seres desconocidos, de amigos de trabajo o compañeros de juego? Sin duda en la eternidad se nos reconocerá mucho mejor que en esta vida todo lo que en este sentido hayamos hecho por los otros. Toda otra labor en esta vida es buena cuando se está colaborando a desarrollar el plan de Dios, pero ninguna alcanza la nobleza, la dignidad y la grandeza de ésta.

El Apóstol Andrés se erige así, desde su humildad y sencillez, en una lección de vida para nosotros, hombres de este siglo, padres de familia preocupados por el futuro de nuestros hijos, profesionales inquietos por el devenir del mundo y de la sociedad, miembros de tantas organizaciones que buscan la mejoría de tantas cosas que no funcionan. A nosotros, hombres cristianos y creyentes, se nos anuncia que debemos ser evangelizadores, portadores de la Buena Nueva del Evangelio, testigos de Cristo entre nuestros semejantes. Vamos a repasar algunos aspectos de lo que significa para nosotros ser testigos del Evangelio y de Cristo.

En primer lugar, tenemos que forjar la conciencia de que, entre nuestras muchas responsabilidades, como padres, hombres de empresa, obreros, miembros de una sociedad que nos necesita, lo más importante y sano es la preocupación que nos debe acompañar en todo momento por el bien espiritual de las personas que nos rodean, especialmente cuando se trata además de personas que dependen de nosotros. Constituye un espectáculo triste el ver a tantos padres de familia preocupados únicamente del bien material de sus hijos, el ver a tantos empresarios que se olvidan del bienestar espiritual de sus equipos de trabajo, el ver a tantos seres humanos ocupados y preocupados solo del futuro material del planeta, el ver a tantos hombres vivir de espaldas a la realidad más trascendente: la salvación de los demás.

El hombre cristiano y creyente debe además vivir este objetivo con inteligencia y decisión, comprometiéndose en el apostolado cristiano, cuyo objetivo es no solamente proporcionar bienes a los hombres, sino sobre todo, acercarlos a Dios. Es necesario para ello convencerse de que hay hambres más terribles y crueles que la física o material, y es la ausencia de Dios en la vida. El verdadero apostolado cristiano no reside en levantar escuelas, en llevar alimentos a los pobres, en organizar colectas de solidaridad para las desgracias del Tercer Mundo, en sentir compasión por los afligidos por las catástrofes, solamente. El verdadero apostolado se realiza en la medida en que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, se transforma en camino para enseñar incluso a quienes están podridos de bienes materiales que Dios es lo único que puede colmar el corazón humano. ¿De qué le vale a un padre de familia asegurar el bien material de sus hijos si no se preocupa del bien espiritual, que es el verdadero?

Hay un tema en la formación espiritual del hombre a tener en cuenta en relación con este objetivo. Hay que saber vencer el respeto humano, una forma de orgullo o de inseguridad como se quiera llamarle, y que muchas veces atenaza al espíritu impidiéndole compartir los bienes espirituales que se poseen. El respeto humano puede conducirnos a fingir la fe o al menos a no dar testimonio de ella, a inhibirnos ante ciertos grupos humanos de los que pensamos que no tienen interés por nuestros valores, a nunca hablar de Cristo con naturalidad y sencillez ante los demás, incluso quienes conviven con nosotros, a evitar dar explicaciones de las cosas que hacemos, cuando estas cosas se refieren a Dios. En fin, el respeto humano nunca es bueno y echa sobre nosotros una grave responsabilidad: la de vivir una fe sin entusiasmo, sin convencimiento, sin ilusión, porque a lo mejor pensamos eso de que Dios, Cristo, la fe, la Iglesia no son para tanto.

CADENA DE AMOR


La vida es algo misterioso


En la medida que hagamos a los demás, ellos harán con nosotros; la vida es un espejo...

Por: Padre Llucià Pou Sabaté | Fuente: www.autorescatolicos.org

Dicen que un joven iba por carretera en coche, cuando vio a una señora de edad avanzada, fuera de un coche parado, al lado de la carretera. Llovía fuerte y oscurecía, y al verla necesitada, detuvo su coche y se acercó. La señora al verle vestido pobremente tuvo miedo, y el joven le dijo: “Estoy aquí para ayudarla, señora, no se preocupe. ¿Por qué no entra en el coche que estará mejor? Me llamo Renato”. Ella tenía una rueda pinchada y Renato la cambió… la mujer le contó que estaba de paso, y que se encontraba perdida en aquel lugar, sin saber qué hacer, y no sabía cómo agradecer la preciosa ayuda; preguntó qué podía pagarle. Renato respondió: “Si realmente quisiera pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de ayuda, déle a esa persona la ayuda que ella necesite y acuérdese de mí”...

Algunos kilómetros después, la señora se detuvo en un restaurante más bien pobre. La camarera era joven, muy amable, le trajo una toalla limpia para que secase su cabello y le dirigió una dulce sonrisa... estaba con casi ocho meses de embarazo, le notó cierta preocupación en su cara, y quedó curiosa en saber cómo olvidaba sus problemas para tratar tan bien a una extraña, y le dio pena que trabajara hasta tan tarde, en esas condiciones. Entonces se acordó de Renato. Después que terminó su comida, se retiró...

Cuando la camarera volvió notó algo escrito en la servilleta, en la que había 4 billetes de 500 euros... Leyó entre lágrimas lo que decía: - “Tú no me debes nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor termine contigo, ayuda a alguien”. Aquella noche, cuando fue a casa, cansada, pensaba en el dinero y en lo que la señora dejó escrito... ¿Cómo pudo esa señora saber cuánto ella y el marido precisaban de aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer el próximo mes, todo estaba difícil... Quedó pensando en la bendición que había recibido, y que últimamente estaba enfadada con su situación y que las cosas no iban bien con su marido; cambió su cara y dibujó una gran sonrisa... Agradeció a Dios y besó a su marido con un beso suave y susurró: -“Todo estará bien: ¡te amo... Renato!”

En la película "Cadena de Favores" vemos esta idea: un niño inicia un movimiento que sugiere que alguien haga un favor grande a tres personas; cada una de esas tres personas ayudará a otras tres, y así sucesivamente, hasta llegar a un nivel donde el incremento geométrico de favores y buenas intenciones logren mejorar el lamentable estado en el que está el mundo. El niño entonces procede a ayudar a quienes más cerca están de él, sin darse cuenta de la extensión de las consecuencias que sus actos conllevan. Efectivamente, uno se puede dejar contagiar de la agresividad que nos rodea, o puede sembrar amabilidad. Uno puede ir a la suya, y construir su destino, o bien hacer el bien, y ayudar a todo el que te necesite.

La vida es algo misterioso, y la historia de Renato sería una cursilada si no fuera porque experimentamos que en nuestras vidas muchas veces es realmente así... en la medida que hagamos a los demás, ellos harán con nosotros; la vida es un espejo... ciertas “casualidades” nos hacen ver que todo lo que uno da, ¡vuelve a uno! Es como si hubiera un espejo que funciona con lo que expresamos; si damos odio nos vuelve odio, si lo que damos a los demás es amor, también lo recibimos. ¿Siempre? Porque a veces parece que no recibimos lo que damos: en realidad lo recibimos siempre, pero de otro modo, pues el fruto más importante de nuestras acciones ya ha crecido en nuestro interior, aunque fuera no germine aparentemente; aunque no siempre se ven los resultados, aún así vale la pena.

La gran estafa de la vida, el engaño, es cuestión de verbos, decía S. Tamaro: “Desde el nacimiento nos enseñan que la vida está hecha para construir y en cambio no es cierto. No es cierto porque aquello que se construye tarde o temprano se derrumba, ningún material es tan fuerte como para durar eternamente. La vida no está hecha para construir, sino para sembrar. En el largo trayecto, desde la hendidura del comienza hasta la del final, pasamos y esparcimos la simiente. Acaso jamás la veamos nacer, porque, cuando brote, nosotros ya no estaremos. No tiene ninguna importancia. Importante es dejar tras de sí algo en condiciones de germinar y crecer”.

La regla de oro siempre es la del Evangelio: hacer a los demás lo que queremos que hagan con nosotros, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir.

domingo, 29 de noviembre de 2015

«TODOS SOMOS HERMANOS», REPETIDO TRES VECES: EL MENSAJE DE FRANCISCO EN EL CAMPO DE REFUGIADOS


El Papa Francisco visitó esta mañana en Bangui, capital de República Centroafricana, el campo de refugiados de la ciudad, donde se encuentra además la parroquia de St. Sauveur [San Salvador]. Allí, de forma improvisada, deseó a todos vivir en paz “porque todos somos hermanos”.

En el Campo, donde hay cerca de
75.000 refugiados a causa del conflicto en el país, le esperaban decenas de niños que con sus sonrisas y cantos recibieron a Francisco, quien no dudó en dedicarles a muchos de ellos algunos segundos.

Al inicio de la breve visita, una mujer del centro San Juan XIII que le dirigió unas palabras de bienvenida y recibió su bendición.

Después, el Papa tomó un micrófono e improvisó unas palabras:

“Les saludo a todos ustedes. Yo les digo que he leído eso que los niños habían escrito: Paz, perdón, unidad y tantas cosas… amor. Nosotros debemos trabajar y orar y hacer de todo por la paz. Pero la paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón no es posible. Cada uno de nosotros debe hacer algo. Yo les deseo a ustedes y a todos los centroafricanos la paz, una gran paz entre ustedes. Que ustedes puedan vivir en paz con cualquiera que sea la etnia, la cultura, la religión, el estado social, pero todos en paz, todos. Porque
todos somos hermanos. Me gustaría que todos digamos juntos: “¡todos somos hermanos!(los fieles lo repiten tres veces)”.

“Y por eso, porque todos somos hermanos queremos la paz.
Les doy la bendición del Señor. Recen por mí”.

A continuación se subió al papamóvil y se dirigió a la Nunciatura Apostólica.

ENTRAMOS EN ALERTA ROJA: «APAGÓN» DE DIRECTOS DEL PAPA EN CENTROÁFRICA POR RAZONES DE SEGURIDAD


Francisco ya está en Bangui: 36 horas de tensión

Francisco, durante la visita de este domingo a un campo de refugiados en República Centroafricana. La barrera de protección se ha incrementado sensiblemente.

A las 10:00 a.m. (hora local), el avión de la compañía Alitalia que llevaba al Papa Francisco desde Uganda aterrizó en el Aeropuerto Internacional M’Poko de Bangui (República Centroafricana) dando así inicio a la última etapa del viaje del Pontífice a África, considerada la más peligrosa.

Por este motivo, algunos actos programados no se retransmitirán en vivo por las televisiones ni internet. Es el caso de la breve ceremonia de bienvenida en Bangui o de la visita de cortesía al Presidente y el encuentro con los dirigentes del país en el Palacio Presidencial.

El Papa fue acogido a su llegada por la Jefe de Estado de la Transición, Catherine Samba-Panza y por el nuncio apostólico, monseñor Franco Coppola. Estuvieron presentes otras autoridades del país así como obispos y una representación de fieles.

Después de la ejecución de los himnos y de los honores militares, fueron presentadas las respectivas delegaciones. A continuación, el Papa Francisco y la jefa de Estado se reunieron brevemente en el Salón Presidencial del aeropuerto.

SITUACIÓN EN EL PAÍS
Al tiempo que aterrizaba, en su cuenta de Twitter @Pontifex_es, Francisco aseguró: "Vengo a la República Centroafricana como peregrino de la paz, y me presento como un apóstol de la esperanza".

La República Centroafricana lleva décadas sumido en la inestabilidad política, aunque fue en 2013, con un golpe de Estado liderado por una milicia musulmana yihadista (Séléka), cuando la crisis se agravó. El asalto al poder desencadenó una venganza de grupos cristianos (aunque no todos lo son) llamados anti-balaka.

Con el golpe de Estado los Seleka instauraron un régimen de terror que pesaba sobre el 70% de la población cristiana del país. Tras la llegada de las fuerzas internacionales y con la disolución oficial de Seleka, los anti-Balaka entraron en una espiral ‘revanchista’.

Desde entonces, los intentos por lograr la paz han sido constantes. Desde el 15 de septiembre de 2014, está en marcha la Minusca, una misión de paz internacional formada por 11.500 soldados y 1.500 policías.

A lo largo de las últimas semanas, el ministro de Defensa francés, Jean-Yves Le Drien, mucho más cauto, ha intentado convencer al Vaticano para que se cancelase el viaje en vista de que, si algo va mal, Occidente echará las culpas a Francia, pues sus soldados son los únicos verdaderamente profesionales y bien equipados.

El arzobispo de Bangui, monseñor Dieudonné Nzapalainga, y el imán de la mezquita central, Tidjani Moussa Nahibi, pidieron hace unos días mantener la seguridad y acoger al Papa con tranquilidad.

Desde el pasado 1 de octubre han muerto por los enfrentamientos más de 70 personas y otras 300 han resultado heridas. El gobierno provisional presidido por Catherine Samba Panza debía haber convocado elecciones generales para el 13 de noviembre pero no lo ha conseguido, dejando para esa fecha solo el referéndum para la nueva constitución.

El 1 de noviembre durante el rezo del Ángelus, el Santo Padre expresó su preocupación por los hechos de violencia en la República Centroafricana y afirmó que “para manifestar la cercanía orante de toda la Iglesia a esta nación así afligida y atormentada y para exhortar a todos los centroafricanos a ser siempre testimonio de misericordia y de reconciliación, el domingo 29 de noviembre tengo el ánimo de abrir la puerta santa de la Catedral de Bangui, durante el Viaje Apostólico que espero poder realizar en esa nación”.

Desde su independencia en 1960, la República Centroafricana, con una población de unos cinco millones de habitantes es el séptimo país más pobre del mundo y el quinto más violento, según el Index Global Peace de 2015. Además, se calcula que entre 6.000 y 10.000 niños han estado asociados con las facciones armadas en la República Centroafricana desde 2013, ya sea como combatientes, cocineros, mensajeros u otros roles.



ADVIENTO. ALGUIEN LLEGA


En cada adviento revivimos, con la fe, y volvemos hacer presente en la esperanza la primera venida de Cristo.

Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net

Adviento. Sí, llegada de Alguien importante, para algo importante, por algo importante, a un lugar importante. Descubramos el sentido profundo de este tiempo litúrgico tan sencillo, austero y propicio para la meditación y la esperanza.

En cada adviento revivimos, con la fe, y volvemos hacer presente en la esperanza la primera venida de Cristo en su carne sencilla, prestada por María, hace más de dos mil años. Y al mismo tiempo ese adviento, todo adviento, nos lanza y nos proyecta y nos hace desear la última venida de Cristo al final de los tiempos en toda su gloria y majestad, como nos describe san Mateo en el capítulo 25: “Ven, Señor Jesús”. Pero también en cada adviento, si vivimos en clave de amor y de fe, podemos recibir y descubrir la venida intermedia de Cristo en su Eucaristía –detrás de ese pan y vino, que ya no es pan ni vino, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo-, en el prójimo necesitado –pregunten, si no, a san Martín de Tours cuando dio la mitad de su manto a ese pobre aterido de frío en pleno invierno francés hace ya muchos, muchos años, y en la noche Cristo se le apareció vestido con esa mitad del manto para agradecerle ese hermoso gesto de caridad-, o también descubrir el rostro de Cristo detrás de ese dolor o adversidad de la vida. Cristo continúa viniendo. El adviento es continuo y eterno. El hombre vive en perpetuo adviento. Cristo viene siempre, cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora y cada minuto. Basta estar atento y no embotado en las mil preocupaciones.

Quién llega: Es Jesucristo, nuestro Señor, nuestro Salvador, el Redentor del mundo, el Señor de la vida y de la historia, mi Amigo, El Agua viva que sacia mi sed de felicidad, el Pan de vida que nutre mi alma, el Buen Pastor que me conoce y me ama y da su vida por mí, la Luz verdadera que ilumina mi sendero, el Camino hacia la Vida eterna, la Verdad del Padre que no engaña, la Vida auténtica que vivifica.

Cómo llega: Llegó humilde, pobre, sufrido, puro hace más de dos mil años en Belén. Llega escondido en ese trozo de pan y en esas gotas de vino en cada Eucaristía, pero que ya no son pan ni vino, sino el Cuerpo sacrosanto y la Sangre bendita de Cristo resucitado y glorioso. Y llega disfrazado en ese prójimo enfermo, pobre, necesitado, antipático, a quien podemos descubrir con la fe límpida y el amor comprensivo. Y llega silencioso o con estruendo en ese accidente en la carretera, en esa enfermedad que no entendemos, en esa muerte del ser querido, para recordarnos que Él atravesó también por esas situaciones humanas y les dio sentido hondo y profundo.

Por qué llega: porque quiere hacernos partícipes de su amor y amistad. Quiere renovar una vez más su alianza con nosotros. El amor es el motor de estas continuas venidas de Cristo a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestra alma. No hay otra razón.

Para qué llega: para dar un sentido de trascendencia a nuestra vida, para decirnos que somos peregrinos en este mundo y que hay que seguir caminando y cantando. Llega para enjugar nuestras lágrimas amargas. Llega para agradecernos esos detalles de amor que con Él tenemos a diario. Llega para hablarnos del Padre, a quien Él tanto ama. Llega para alimentar nuestras ansias de felicidad. Llega para curar nuestras heridas, provocadas por nuestras pasiones aliadas con el enemigo de nuestra alma. Llega para recordarnos que no estamos solos, que Él está a nuestro lado como baluarte y sostén. Llega para pedirnos también una mano y nuestros labios y nuestro corazón, porque quiere que prediquemos su Palabra por todos los rincones del mundo.

Dónde llega: llega a nuestro mundo convulso y desorientado y hambriento de paz, de calor, de caridad y de un trozo de pan; a nuestras familias tal vez divididas o en armonía; a nuestros corazones inquietos como el de san Agustín de Hipona, corazón que sólo descansó en Dios. Quiere llegar a todos los parlamentos internacionales y nacionales para dar sentido y moralidad a las leyes que ahí se emanan. Quiere llegar al palacio del rico, como a la choza del pobre. Quiere llegar junto al lecho de un enfermo en el hospital, como también a ese salón de fiestas, dónde él no viene a aguar nuestras alegrías humanas sino a purificarlas y orientarlas. Quiere llegar al mundo de los niños, para cuidarles su inocencia y pureza. Quiere llegar al mundo de los jóvenes, para sostenerles en sus luchas duras y enseñarles lo que es el verdadero amor. Quiere llegar al mundo de los adultos para decirles que es posible la alegría y el entusiasmo en medio del trabajo agotador y exhausto de cada día. Quiere llegar a cada familia para llevarles el calor del amor, reflejo del amor trinitario. Quiere llegar al mundo de los ancianos para sostenerles con el báculo del aliento y la caricia de la sonrisa. Quiere llegar al mundo de los gobernantes para decirles que su autoridad proviene de Dios, que deben buscar el bien común y que deberán dar cuenta de ella.

Cuántas veces llega: si estamos atentos, no hay minuto en que no percibamos la venida de Cristo a nuestra vida. Basta estar con los ojos de la fe bien abiertos, con el corazón despierto y preparado por la honestidad, y con las manos siempre tendidas para el abrazo de ese Cristo que sabe venir de mil maneras. Por tanto, podemos decir que siempre es adviento. Es más, nuestra vida debe ser vivida en actitud de adviento: alguien llega. No vayamos a estar somnolientos y distraídos.

Cómo prepararnos: nos ayudará en este tiempo leer al profeta Isaías, meditar en san Juan Bautista que encontramos al inicio de los evangelios y contemplar a María. Isaías con su nostalgia del Mesías nos prepara para la última venida de Cristo. San Juan Bautista nos prepara para esas venidas intermedias de Cristo en cada acontecimiento diario y sobre todo en la Eucaristía. Y María nos hará vivir, rememorar en la fe ese primer adviento que Ella vivió con tanta esperanza, amor y silencio, para poder abrazar a ese Niño Jesús sencillo, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Adviento, tiempo de gracia y bendición. Llega alguien, sí. Llega Dios. Y Dios es todo. Dios no quita nada. Dios da todo lo que hace hermosa a una vida. Y hay que abrirle la puerta y Él entrará y cenará con nosotros y nosotros con Él. Y nos hará partícipes de su amor y felicidad. ¡Qué triste quien no le abra la puerta a Cristo, dejándolo fuera, helándose y despreciado, con sus Dones entre sus Manos benditas! ¿Habrá alguien así, desalmado y sin sentimientos? ¡No lo creo! Al menos no lo quiero creer.