jueves, 26 de noviembre de 2015

LA PRIMERA APARICIÓN MODERNA DE MARÍA: NUESTRA SEÑORA DE LA MEDALLA MILAGROSA, FRANCIA (27 DE NOVIEMBRE)


En 1830 tiene lugar en París la primera aparición moderna de la Virgen Santísima. Comienza lo que Pío XII llamó la “era de María”, una etapa de repetidas visitaciones celestiales. Entre otras: La Salette, Lourdes, Fátima …

La Virgen se apareció en París a Santa Catalina Labouré para darnos dos mensajes: El primero, decirnos que fue concebida sin pecado, INMACULADA. El segundo, para regalarnos su tercera arma de Madre, su MEDALLA MILAGROSA. Las dos primeras armas eran el Rosario y el Escapulario.

Las apariciones de Nuestra Señora a Santa Catalina Labouré, marcaron el inicio de un ciclo de grandes revelaciones marianas: La Salette (1846), Lourdes (1858) y Fátima (1917)…

“La Señora de la Gruta se me ha aparecido tal como está representada en la Medalla Milagrosa”, declaró Santa Bernardita, que la llevaba al cuello.

La invocación “Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos”, difundida por todas partes por la Medalla Milagrosa, contribuyó notablemente a crear un clima de fervor generalizado relacionado con el privilegio mariano de la Inmaculada Concepción. Ese clima favoreció que el Papa Pío IX definiera solemnemente ese dogma en 1854. Cuatro años más tarde, la aparición de Nuestra Señora en Lourdes confirmaba de manera inesperada la definición de Roma.

También hay una íntima relación entre la Medalla Milagrosa y Fátima. Un mes antes de morir, en 1876, Santa Catalina Labouré anunció grandes catástrofes, pero aseguró que por medio de la Virgen se alcanzaría la salvación y la paz. Del mismo modo, el 13 de julio de 1917, Nuestra Señora de Fátima, después de anunciar terribles castigos como consecuencia de los pecados de la humanidad, prometió: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”.

LOS SUEÑOS DE CATALINA

Catalina nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña (Francia).

Entró a la vida religiosa con la Hijas de la Caridad el 22 de enero de 1830 y después de tres meses de postulantado, 21 de abril, fue trasladada al noviciado de París, en la Rue du Bac 140.

Cierto día Catalina tuvo un sueño extraño. Se veía en la Iglesia de Fain-les-Moutiers, en su lugar acostumbrado, mientras un sacerdote desconocido celebraba la misa de una mirada suave y profunda que le dice: “es bueno, hija mía visitar a los enfermos. Hoy, usted se me escapa: pero, un día vendrá hacia mí. Sepa que Dios tiene designios sobre usted. No lo olvide”.

Ya en París, cuando llega a la casa de las Hermanas de la Caridad de la Rue de Bac: un anciano sacerdote la mira con bondad, era el Padre San Vicente de Paul, su fundador.

Cuando trasladaron los restos de San Vicente de Paul a la nueva iglesia de los Padres Paules oyó interiormente una voz: el corazón de San Vicente está profundamente afligido por los males que van a venir sobre Francia”.

La misma voz añadió un poco mas tarde: “El corazón de San Vicente está mas consolado por haber obtenido de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen María, el que ninguna de las dos congregaciones perezca en medio de estas desgracias, sino que Dios hará uso de ellas para reanimar la fe”.

Durante los 9 meses de su noviciado en la Rue du Bac, sor Catalina tuvo también la gracia especial de ver todos los días al Señor en el Santísimo Sacramento.

LA VIRGEN SE LE APARECE

El domingo 18 de Julio 1930, víspera de la fiesta de San Vicente de Paúl, les habían distribuido a cada una un pedacito de lienzo de un roquete del santo. Catalina se lo tragó y se durmió pensando que S. Vicente, junto con su ángel de la guarda, le obtendrían esa misma noche la gracia de ver a la Virgen como era su deseo.

Cerca de las 11:30 PM oyó que por tres veces la llamaban por su nombre. Se despertó y apartando un poco las cortinas de su cama miro del lado que venia la voz y vio entonces un niño vestido de blanco, que parecía tener como cuatro o cinco años, y el cual le dijo: “Levántate pronto y ven a la capilla; la Santísima Virgen te espera”.

Sor Catalina vacila; teme ser notada de las otras novicias; pero el niño responde a su preocupación interior y le dice: “No temas; son las 11;30 p.m.; todas duermen muy bien. Ven yo te aguardo”.

Ella no se detiene ya ni un momento; se viste con presteza y se pone a disposición de su misterioso guía,
“que permanecía en pie sin separarse de la columna de su lecho.”

Vestida Sor Catalina, el niño comienza a andar, y ella lo sigue marchando a “su lado izquierdo”. Por donde quiera que pasaban las luces se encendían. El cuerpo del niño irradiaba vivos resplandores y a su paso todo quedaba iluminado.

Al llegar a la puerta de la capilla la encuentra cerrada; pero el niño toca la puerta con su dedito y aquella se abrió al instante.

Dice Catalina:Mi sorpresa fue más completa cuando, al entrar a la capilla, vi encendidas todas las velas y los cirios, lo que me recordaba la Misa de media noche”.

El niño la llevó al presbiterio, junto al sillón destinado al P. Director, donde solía predicar a las Hijas de la Caridad, y allí se puso de rodillas, y el niño permaneció de pie todo el tiempo al lado derecho. La espera le pareció muy larga, ya que con ansia deseaba ver a la Virgen. Miraba ella con cierta inquietud hacia la tribuna derecha, por si las hermanas de vela, que solían detenerse para hacer un acto e adoración, la veían.

Por fin llegó la hora deseada, y el niño le dijo: “Ved aquí a la Virgen, vedla aquí”.

Sor Catalina oyó como un rumor, como el roce de un traje de seda, que partía del lado de la tribuna, junto al cuadro de San José. Vio que una señora de extremada belleza, atravesaba majestuosamente el presbiterio, “fue a sentarse en un sillón sobre las gradas del altar mayor, al lado del Evangelio”.

Sor Catalina en el fondo de su corazón dudaba si verdaderamente estaba o no en presencia de la Reina de los Cielos, pero el niño le dijo: “Mira a la Virgen. Le era casi imposible describir lo que experimentaba en aquel instante, lo que paso dentro de ella, y le parecía que no veía a la Santísima Virgen.

Entonces el niño le habló, no como niño, sino como el hombre mas enérgico y palabras muy fuertes: “¿Por ventura no puede la Reina de los Cielos aparecerse a una pobre criatura mortal en la forma que mas le agrade?”.

Entonces, mirando a la Virgen, me puse en un instante a su lado, me arrodille en el presbiterio, con las manos apoyadas en las rodillas de la Santísima Virgen.
“Allí pasé los momentos más dulces de mi vida; me sería imposible decir lo que sentí”.

INSTRUCCIONES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Fueron muchas las confidencias que Sor Catalina recibió de los labios de María Santísima, pero jamás podremos conocerlas todas, porque respecto a algunas de ellas, le fue impuesto el más absoluto secreto.

Luego continuó diciéndole:

Dios quiere confiarte una misión; te costara trabajo, pero lo vencerás pensando que lo haces para la gloria de Dios. Tu conocerás cuan bueno es Dios. Tendrás que sufrir hasta que los digas a tu director. No te faltaran contradicciones; mas te asistirá la gracia; no temas. Háblale a tu director con confianza y sencillez; ten confianza no temas. Veras ciertas cosas; díselas. Recibirás inspiraciones en la oración.
Los tiempos son muy calamitosos. Han de llover desgracias sobre Francia. El trono será derribado. El mundo entero se verá afligido por calamidades de todas clases (al decir esto la Virgen estaba muy triste).
Venid a los pies de este altar, donde se prodigaran gracias a todos los que las pidan con fervor; a todos, grandes y pequeños, ricos y pobres.
Deseo derramar gracias sobre tu comunidad; lo deseo ardientemente. Me causa dolor el que haya grandes abusos en la observancia, el que no se cumplan las reglas, el que haya tanta relajación en ambas comunidades a pesar de que hay almas grandes en ellas.
Díselo al que esta encargado de ti, aunque no sea el superior. Pronto será puesto al frente de la comunidad. El deberá hacer cuanto pueda para restablecer el vigor de la regla. Cuando esto suceda otra comunidad se unirá a las de ustedes.
Vendrá un momento en que el peligro será grande; se creerá todo perdido; entonces yo estaré contigo, ten confianza. Reconocerás mi visita y la protección de Dios y de San Vicente sobre las dos comunidades..
Mas no será lo mismo en otras comunidades, en ellas habrá víctimas… (lagrimas en los ojos). El clero de París tendrá muchas víctimas. Morirá el señor Arzobispo.
Hija mía, será despreciada la cruz, y el Corazón de mi Hijo será otra vez traspasado; correrá la sangre por las calles ( la Virgen no podía hablar del dolor, las palabras se anudaban en su garganta; semblante pálido). El mundo entero se entristecerá. Ella piensa: ¿Cuándo ocurrirá esto? y una voz interior asegura: Cuarenta años y diez y después la paz.

La Virgen, después de estar con ella unas dos horas, desaparece de la vista de Sor Catalina como una sombra que se desvanece.

La misión de Dios pronto le fue indicada con la revelación de la medalla milagrosa.

Una semana después de esta aparición estallaba la revolución. Los revoltosos ocupaban las calles de París, saqueos, asesinatos, y finalmente era destronado Carlos X, sustituido por el “rey ciudadano” Luis Felipe I, gran maestro de la masonería. El P. Aladel (director) es nombrado en 1846 Director de las Hijas de la Caridad, establece la observancia de la regla y hacia la década del 60 otra comunidad femenina se une a las Hijas de la Caridad. En 1870 (a los 40 años) llegó el momento del gran peligro, con los horrores de la Comuna y el fusilamiento del Arzobispo Mons. Darboy y otros muchos sacerdotes.

En cuanto a la Inmaculada Concepción, fue declarado dogma de fe 24 años después, en 1854, por el Papa Pío IX; y en Lourdes la Virgen se apareció 4 años después, en 1858, diciendo “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

APARICIÓN DEL 27 DE NOVIEMBRE DEL 1830

La tarde el 27 de Noviembre de 1830, sábado víspera del primer domingo de Adviento, en la capilla, estaba Sor Catalina haciendo su meditación aparece la Virgen Santísima, vestida de blanco con mangas largas y túnica cerrada hasta el cuello. Cubría su cabeza un velo blanco que sin ocultar su figura caía por ambos lados hasta los pies. Cuando quiso describir su rostro solo acertó a decir que era la Virgen María en su mayor belleza.

Sus pies posaban sobre un globo blanco, del que únicamente se veía la parte superior, y aplastaban una serpiente verde con pintas amarillas. Sus manos elevadas a la altura del corazón sostenían otro globo pequeño de oro, coronado por una crucecita.

La Stma. Virgen mantenía una actitud suplicante, como ofreciendo el globo. A veces miraba al cielo y a veces a la tierra. De pronto sus dedos se llenaron de anillos adornados con piedras preciosas que brillaban y derramaban su luz en todas direcciones, circundándola en este momento de tal claridad, que no era posible verla.

Tenía tres anillos en cada dedo; el mas grueso junto a la mano; uno de tamaño mediano en el medio, y uno mas pequeño, en la extremidad. De las piedras preciosas de los anillos salían los rayos, que se alargaban hacia abajo; llenaban toda la parte baja.

Mientras Sor Catalina contemplaba a la Virgen, ella la miró y dijo a su corazón:

Este globo que ves (a los pies de la Virgen) representa al mundo entero, especialmente Francia y a cada alma en particular. Estos rayos simbolizan las gracias que yo derramo sobre los que las piden. Las perlas que no emiten rayos son las gracias de las almas que no piden.

Con estas palabras La Virgen se da a conocer como la mediadora de las gracias que nos vienen de Jesucristo. El globo de oro (la riqueza de gracias) se desvaneció de entre las manos de la Virgen. Sus brazos se extendieron abiertos, mientras los rayos de luz seguían cayendo sobre el globo blanco de sus pies.

LA MEDALLA MILAGROSA

En este momento se apareció una forma ovalada en torno a la Virgen y en el borde interior apareció escrita la siguiente invocación: “María sin pecado concebida, ruega por nosotros, que acudimos a ti”.

Estas palabras formaban un semicírculo que comenzaba a la altura de la mano derecha, pasaba por encima de la cabeza de la Santísima Virgen, terminando a la altura de la mano izquierda.

Oyó de nuevo la voz en su interior: “Haz que se acuñe una medalla según este modelo. Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias. Las gracias serán mas abundantes para los que la lleven con confianza”.

La aparición, entonces, dio media vuelta y quedo formado en el mismo lugar el reverso de la medalla. En el aparecía una M, sobre la cual había una cruz descansando sobre una barra, la cual atravesaba la letra hasta un tercio de su altura, y debajo los corazones de Jesús y de María, de los cuales el primero estaba circundado de una corona de espinas, y el segundo traspasado por una espada. En torno había doce estrellas.

La misma aparición se repitió, con las mismas circunstancias, hacia el fin de diciembre de 1830 y a principios de enero de 1831. La Virgen dijo a Catalina: “En adelante, ya no veras, hija mía; pero oirás mi voz en la oración”.

Un día que Sor Catalina estaba inquieta por no saber que inscripción poner en el reverso de la medalla, durante la oración, la Virgen le dijo: “La M y los dos corazones son bastante elocuentes”.

SÍMBOLOS DE LA MEDALLA Y MENSAJE ESPIRITUAL

En el Anverso:

-María aplastando la cabeza de la serpiente que esta sobre el mundo. Ella, la Inmaculada, tiene todo poder en virtud de su gracia para triunfar sobre Satanás.
-El color de su vestuario y las doce estrellas sobre su cabeza: la mujer del Apocalipsis, vestida del sol.
-Sus manos extendidas, transmitiendo rayos de gracia, señal de su misión de madre y mediadora de las gracias que derrama sobre el mundo y a quienes pidan.
-Jaculatoria: dogma de la Inmaculada Concepción (antes de la definición dogmática de 1854). Misión de intercesión, confiar y recurrir a la Madre.
-El globo bajo sus pies: Reina los cielos y tierra.
-El globo en sus manos: el mundo ofrecido a Jesús por sus manos.

En el reverso:

-La cruz: el misterio de redención, precio que pagó Cristo; obediencia, sacrificio, entrega
-La M: símbolo de María y de su maternidad espiritual.
-La barra: es una letra del alfabeto griego, “yota” o I, que es monograma del nombre, Jesús.
Agrupados ellos: La Madre de Jesucristo Crucificado, el Salvador.
-Las doce estrellas: signo de la Iglesia que Cristo funda sobre los apóstoles y que nace en el Calvario de su corazón traspasado.
-Los dos corazones: la corredención. Unidad indisoluble. Futura devoción a los dos y su reinado.

EL NOMBRE DE LA MEDALLA

La Medalla se llamaba originalmente: “de la Inmaculada Concepción”, pero al expandirse la devoción y haber tantos milagros concedidos a través de ella, se le llamó popularmente “La Medalla Milagrosa”.

La Medalla organizó un gran alboroto en todo el mundo con tantos reportes de maravillas y gracias recibidas, pero nadie supo que la Virgen la había dado a través de Santa Catalina, hasta después de muerta; solo lo sabía su confesor, ni siquiera las hermanas del convento nunca supieron nada de sus apariciones.

El día 30 de junio las Hermanas de la Caridad reciben las primeras 1.500 medallas que inmediatamente comienzan a distribuir… y los enfermos se curan. “¡La medalla es milagrosa!” –exclaman a una voz. La noticia se difunde, y la medalla y los milagros también. De ahí proviene el nombre con el que se la conoce hasta hoy.

A la vista de tantos hechos fuera de lo común el Arzobispo de París, Mons. Jacinto de Quélen –quien había autorizado acuñar la Medalla y obtenido para sí mismo una gracia extraordinaria– mandó hacer una investigación oficial sobre el origen y los hechos relacionados con la portentosa insignia. He aquí sus conclusiones:

“La rapidez extraordinaria con la cual esta medalla se ha propagado, el número prodigioso de medallas que han sido acuñadas y distribuidas, los hechos maravillosos y las gracias singulares que los fieles han obtenido confiando en ella, parecen verdaderamente los signos por los cuales el Cielo ha querido confirmar la realidad de las apariciones, la veracidad del relato de la vidente y la difusión de la medalla”.

Por otra parte, en Roma, en 1846, como consecuencia de la súbita y resonante conversión de un ilustre judío, Alfonso Ratisbone –que presenta notables analogías con la del apóstol San Pablo en el camino a Damasco– el Papa Gregorio XVI confirmaba con su autoridad las conclusiones del Arzobispo de París.

Posteriormente, en 1876, año de la muerte de Santa Catalina Labouré, más de mil millones de Medallas Milagrosas ya derramaban sus gracias por el mundo.

Casi veinte años después, en 1894, la Santa Iglesia instituyó la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, fijando la celebración el día 27 de noviembre.

A los 56 años de muerta fue abierto el feretro y se pudo ver su cuerpo incorrupto. El cuerpo fue trasladado entonces a la calle de Bac. Catalina Labouré fue canonizada el 27 de Julio de 1947, por Pío XII.

FUENTES:


Foros de la Virgen María

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