jueves, 23 de junio de 2016

POR QUÉ ESTAMOS ASISTIENDO AL GRAN JUICIO DE DIOS SOBRE OCCIDENTE


Una de las razones por las que algunos no creen en Dios es que señalan que el mundo está cada vez más lleno de pecado a sus ojos y Dios no ha hace nada, no enjuicia, sin embargo no tienen en cuenta que el Dios de la Biblia es lento para su ira y que su juicio no se retrasa para siempre.

El Antiguo Testamente está lleno de historias de maldad en el antiguo Israel y de lo que Dios hizo al respecto. Una de ellas es lo que sucedió con la pérdida del Reino del Norte y la destrucción y expulsión de lo que son llamadas las diez tribus perdidas de Israel. Ver 2 reyes 17.

Entonces el rey de Asiria avanzó contra todo el país [de Israel], marchó contra Samaría y la cercó durante tres años. El año noveno de Oseas, el rey de Asiria conquistó Samaría [que era entonces parte de Israel]. Deportó a los israelitas a Asiria y los estableció en Jalaj, en el Jabor, río de Gozán, y en las ciudades de los medos. (2 reyes 17: 5-6).

El Reino del Norte de Israel se había dividido del Reino del Sur de Judá en el año 930 antes de Cristo, luego del reinado de Salomón y de su sucesor Roboam. Las tribus que formaban el reino del norte eran Asher, Dan, Ephraim, Gad, Isacar, Manasés, Napthtali, Rubén, Simeón y Zabulón. Algunos de Levi también se establecieron allí.

Los sobrevivientes de la guerra fueron deportados en gran parte a Asiria y se “perdieron” por el matrimonio con la gente de allí.

Después de la pérdida del Reino del Norte, sólo las tribus de Judá y Benjamín se mantuvieron en el sur y la tribu de Benjamín fue absorbida por Judá.

¿Por qué sucedió esto? ¿Cómo una nación bendecida por Dios había perdido esa bendición?

La Sagrada Escritura nos ofrece esta respuesta:

Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra Yahvé, su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto, sustrayéndolos a la mano del faraón, rey de Egipto. Habían dado culto a otros dioses y seguido las costumbres de las naciones que Yahvé había expulsado ante ellos. (2 Reyes 17: 7-8).

Estas consecuencias no vienen sin previo aviso. El libro de Deuteronomio (Dt 28: 15-68) hace mucho tiempo había advertido lo que sucedería si rompían su vínculo del pacto con el Señor. Las consecuencias descritas son aterradoras, es exactamente lo que pasó a Israel en el año 721 aC y en Judá en el 587 aC.

Además de esta antigua advertencia hubo más advertencias contemporáneas de los profetas:

Yahvé había advertido a Israel y a Judá por boca de todos los profetas y videntes: “Volveos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos y decretos, conforme a la Doctrina que prescribí a vuestros padres y que les transmití por mano de mis siervos los profetas.” Pero no hicieron caso y mantuvieron rígida la cerviz como habían hecho sus padres, que no confiaron en Yahvé, su Dios. Despreciaron sus leyes y la alianza que había establecido con sus padres y las exigencias que les había impuesto. Caminaron tras dioses que eran nada y se volvieron nada, imitando a las naciones de alrededor, cuando Yahvé les había prescrito no actuar como ellas. Yahvé se encolerizó sobremanera contra Israel y los apartó de delante de su rostro. No quedó sino sólo la tribu de Judá. (2 Reyes 17: 13-15, 18).

Incluso después de todo esto, Judá no aprendió la lección bien, cayendo cada vez más en la infidelidad y el pecado y los babilonios conquistaron Judá en el año 587 antes de Cristo, lo que llevó a la destrucción del Templo y a la pérdida del Arca de la Alienza.

Historias como estas pueden parecer lejanas, pero sus elementos son tristemente familiares para nosotros en tiempos como estos, en los que se ha producido una disminución de la obediencia a las leyes de Dios y un gran alejamiento de la fe.

Esto es cierto en occidente, en el resto del mundo e incluso en un grado dentro de la Iglesia, donde un gran número ha caído. San Pablo lo describió así:

Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades (2 Tim 4: 3).

Es por eso que estamos en estos tiempos difíciles, tiempos de poda y purificación en la Iglesia y tiempos del gran juicio al occidente una vez cristiano.

Como dice San Pablo, las historias del Antiguo Testamento son lecciones y advertencias para nosotros:

Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos, a quienes han alcanzado la plenitud de los tiempos. Así que el que piensa que está de pie debe tener cuidado de no caer (1 Cor 10: 11-12).

Hoy hay ideas distorsionadas de la misericordia basadas en la creencia de que Dios nunca va a castigar; nunca va a decir: ‘¡Basta! Pero eso no es misericordia.

Porque si la maldad de nuestro tiempo no disminuye, se perderán muchos más. El número de muertos y el dolor derivado de aborto, la eutanasia, la guerra, la confusión sexual, la codicia, el odio serán cada vez más altos.

En algún momento, Dios aplica una doloroso – aunque necesario – fin a la soberbia y maldad sin arrepentimiento.

No digas “He pecado, y sin embargo ¿qué me ha pasado?” porque el Señor es lento para la ira.

Por lo tanto, presta atención a las lecciones de estas antiguas historias. Vivimos en tiempos de soberbia, en la que muchos racionalizan su pecado y desdeñan a Dios y piensan que su amor se opone a la pena o el juicio. Pero tal noción del amor en incompleta, porque amor se regocija en la verdad no en lo que es malo y dañino.

Dios tiene más en mente que simplemente nuestra propia felicidad. Él está pensando en otras personas y las generaciones futuras. Él es paciente y espera nuestro arrepentimiento, pero él no es un cándido. Llega un momento en que incluso los mejores viñedos deben ararse con el arado, si de ellos se obtienen uvas agrias.

Foros de la Virgen María

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