martes, 25 de octubre de 2016

¿CUÁNTOS SON LOS CONDENADOS EN EL INFIERNO?


¿Nos podemos imaginar un Dios que creara almas y más almas a sabiendas de que todas acaban siendo pasto del fuego eterno? ¿Podemos imaginar un Dios bondad infinita que crea y sigue creando millones de almas para sufrir sin fin? Dios como origen de un río de almas que desemboca en un lago de fuego.

Evidentemente, no. Las cosas no pueden ser así. No se puede responder a esto con un sencillo: así lo han querido, así lo han decidido de un modo libre. Si las cosas fuesen así, Dios cerraría el grifo de la creación de espíritus. Dios crea para hacer felices.

Si la mitad de las almas creadas tuvieran como destino la condenación eterna, seguiría siendo una cifra demasiado elevada. Una cuarta parte seguiría siendo una cifra monstruosa. Una décima parte continuaría siendo una cantidad demasiado horripilante.

Por puro sentido común, las cifras deberían estar por debajo del 1%. Permítaseme enfocar este asunto crucial desde un punto de vista tan subjetivo. Pero creo que el sentido común no es un mal enfoque de este tema. Un 1% es una cifra que comienza a ser razonable, pero sigue siendo enorme. Un condenado eterno por cada mil seres gozando felices es una cifra que me convence más.

Entre el uno por ciento o el uno por mil, es la segunda proporción la que me convence. Aunque la cifra del 1% comienza a ser razonable, es la cifra del uno por mil la que pienso que se aproxima a la realidad: ésa o alguna cifra por debajo de esa terrible proporción. ¿Uno por cada 5.000 espíritus? ¿O menos? ¿Quién lo sabe? Pero por ahí, tal vez, van las proporciones. Es la humilde opinión de alguien que lleva toda una vida reflexionando sobre la condenación eterna.

Perdóneseme el haber sido tan burdamente concreto en estas consideraciones. Pero si yo hubiera afrontado este interrogante de forma más “seria”, mi opinión no hubiera quedado tan clara. Qué terrible la opinión de aquellos que piensan que la mayoría de los hijos de Dios se condenan. Una mera cuestión de número como ésta, sin duda, deforma la idea que uno tiene de Dios. 

MÁS REFLEXIONES SOBRE EL INFIERNO

Me gustaría seguir reflexionando sobre los condenados al infierno. Si Dios no pusiera su mano, el condenado podría sumirse cada vez más en la tristeza y en la rabia. Es decir, ¿qué impediría que su odio pudiera aumentar sin fin durante toda la eternidad? Si esto sucediera, algunos condenados llegarían a abismos sencillamente increíbles de sufrimiento. ¿Qué impide un aumento eterno del dolor?

En un infierno dejado de la mano de Dios, esto podría ser. Pero tal pensamiento resulta intolerable. El peso de sufrimiento que se generaría resulta difícil de soportar para cualquier inteligencia que trate de imaginarlo y ponderarlo.

Parece más razonable que Dios ponga un límite a la tristeza y el odio a través de su intervención. De manera que el sufrimiento del estado sin Dios sea eterno, pero no creciente.

De lo dicho se observa que existen varios infiernos posibles. Éste que hoy he comentado sería abrumador. De entre todos los infiernos posibles, podemos esperar que Dios haya permitido que exista el menos doloroso para sus moradores.


P. FORTEA

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