viernes, 20 de enero de 2017

LOS ANTICRISTOS Y LOS FALSOS PROFETAS QUE ESTÁN OPERANDO EN EL MUNDO


La tradición católica identifica que en los tiempos finales aparecerá el anticristo o anticristos que llevarán una revolución anticristiana.
Junto con él, habrá falsos profetas, que promocionarán las políticas desarrolladas por los anticristos.
John Henry Newman incluso advirtió que surgirán en la iglesia hombres inicuos que persuadirán a muchos para hacer alianza con los paganos que nos rodean; serán los falsos profetas que legitimarán al anticristo.
Esta realidad, y la apostasía, lamentablemente no están siendo captadas por los cristianos que se empeñan con seguir un lenguaje políticamente correcto para evadir la persecución.
Y a veces la realidad supera las profecías. Veamos un ejemplo.
CÓMO BARACK HUSSEIN OBAMA TRANSFORMÓ EE.UU. Y EL MUNDO
El legado de Obama no se ha producido en la economía, el gobierno o la política exterior, sino en la cultura.
El 30 de octubre de 2008, antes de la histórica elección presidencial Barack Hussein Obama dijo
“Estamos a cinco días de transformar fundamentalmente los Estados Unidos de América”
Era una declaración audaz, pero sin duda ni el más entusiasta de sus seguidores se hubiera imaginado la magnitud de la revolución.
Nadie de sus opositores se detuvo a calibrar la veracidad de sus palabras “transformar fundamentalmente”.
Porque ninguno de los presidentes del último siglo habían hecho una transformación fundamental, sino pequeños y grandes cambios, que no suponían una revolución.
¿Barack Hussein Obama transformó fundamentalmente los EE.UU, como prometió?
La respuesta es absolutamente sí.
Esa transformación fundamental, sin embargo, no se produjo en las zonas donde muchos podrían haber esperado en 2008.
No ha habido un cambio fundamental respecto a la función del gobierno, impuestos, regulaciones, economía, educación o incluso el cuidado de la salud, donde Obama tuvo su logro legislativo.
Tampoco sucedió en la política exterior, aunque Obama ha tenido un impacto grave en las regiones del este de Europa a Oriente Medio.
Y hasta ha sido figura clave para la promoción del Islam y enemigo acérrimo del Estado de Israel.
La realidad es que la verdadera transformación fundamental ha sido en el campo de la cultura, especialmente en cuestiones de orientación sexual, el matrimonio y la familia.
El cambio ha sido sin precedentes y mucho más allá de la imaginación de cualquiera hace ocho años.
Los cambios producidos allí, más que en cualquier lugar, parecen irreversibles para muchos.
Como si hubiera destapado la caja de Pandora o la botella de la que salió un genio malvado.
La revolución cultural de Obama respecto a la ideología de género, a la homosexualidad y a la familia ha tenido un impacto decisivo en las organizaciones internacionales y en todo el mundo.
Se ha instaurado una cultura del miedo y la intimidación por parte de las fuerzas de la “diversidad” y “tolerancia” que brutalmente buscan denunciar, deshumanizar, demonizar y destruir a cualquiera que no esté de acuerdo con sus concepciones del sexo, del matrimonio y la familia que propugnan.
La revolución de Obama ha retratado a los valores de la civilización cristiana como valores atípicos, anormales, extremistas, y “enemigos”.
Quienes disienten con esta nueva generación creada desde el poder que la casa Blanca dio a Obama, respecto a la naturaleza humana, pueden ser demandados, ir a la cárcel, acosados y arruinados en el nombre de la “tolerancia” y “diversidad”.
Los cambios introducidos por Obama y sus aliados han constituido tan importante ataque contra la libertad religiosa, que no se habían visto en los últimos 200 años.
Cuando Barack Hussein Obama asumió el cargo, aquellos que se identificaban como ateos o agnósticos, junto con aquellos que no tenían religión eran el 16 por ciento de la población adulta de Estados Unidos.
Al salir de la oficina, 8 años más tarde, los no religiosos en América ahora representan casi una cuarta parte de la población.
Y lo peor del caso es que la mayoría de los católicos no perciben esta tremenda reingeniería anticristiana, porque los grandes medios católicos, por temor, cálculo, o por un lenguaje políticamente correcto, no lo han denunciado con nombre y apellido.
Has la prueba. Pregunta en tu parroquia a católicos de a pie sobre qué les parece el legado de la presidencia de Barack Hussein Obama y te darás cuenta la enrome desinformación que reina entre los católicos.
EL ANTICRISTO SURGE A PARTIR DE LA APOSTASÍA
En el primero de sus sermones (El tiempo del Anticristo), Newman decía literalmente que:
“el hombre de pecado nace de una apostasía, o por lo menos accede al poder por medio de una apostasía, o es precedido por una apostasía, o no existiría si no fuese por una apostasía” (p. 35).
Antes, había citado como ejemplo de apostasía unos hechos relatados en el libro de los Macabeos:
“En aquellos días surgieron en Israel hombres inicuos, que persuadieron a muchos diciendo:
Vamos y hagamos alianza con los paganos que nos rodean, puesto que desde que nos separamos de ellos nos han sobrevenido muchas penalidades. Este consejo les pareció bien” (1 Mac 1, 11-13).
Y Newman ya había fundamentado esta profecía apuntando el “enfriamiento de la caridad” previsto por Jesucristo (Mt 24, 12) como su causa profunda.
Pero quien describió claramente la situación fue Benson en “El Señor del Mundo”, que ha tenido a Papas, obispos, sacerdotes y laicos expectantes; unos tratando de ver las señales de este tiempo que ya está entre nosotros, y otros tratando de minimizar el augurio.
El impacto de la obra de Benson ha llegado al papa Francisco, que la recomienda y Benedicto XVI también ha admitido haber sido impactado por el libro.
La novela apocalíptica de 1907 escrita por un inglés convertido desde el anglicanismo expone una visión distópica de un conflicto final entre el humanismo secular y el catolicismo, con el enfrentamiento que tendrá lugar en los campos de Armagedón.
El autor Robert Hugh Benson describe un mundo en el que el marxismo y el secularismo han triunfado, y culminó en una figura carismática “salvadora”, cada vez más reconocible como el Anticristo, que se levanta para liderar un gobierno mundial.
Los ataques contra los símbolos y los creyentes cristianos, y la eutanasia son prácticas generalizadas.
Algunos encuentran la novela prescindente, y otros en cambio piensan que es un poco lo que está pasando “ahí afuera”.
Pero lo importante es su agudo sentido de que el mundo está llegando a un punto de inflexión y no hay mucho tiempo para arreglar las cosas.
La afición por la novela de algunos líderes de la Iglesia parece dar pie a la creencia de que la humanidad está tomando algunas decisiones definitivas hoy, desde la economía al medio ambiente y a los valores morales, y que si tomamos las decisiones equivocadas – como todo indica que está sucediendo–, las consecuencias pueden ser mucho peores de lo que pensamos.
Un caso es el del Cardenal George, ya fallecido. Poco antes de su retiro en el 2014, el cardenal Francis George de Chicago, dijo en una entrevista a Crux que le gustaría preguntar Francisco acerca de su “visión escatológica sobre que el anti-Cristo está con nosotros”, y si eso explica el ritmo intenso del Papa.
(En la teología católica, la “escatología” es el estudio de las etapas finales de la vida y la historia de la humanidad, con lo que se hace referencia a veces a los cuatro finales: la muerte, el juicio, el cielo y el infierno).
“Nadie parece interesado en eso, pero me resulta fascinante”, dijo George.
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“Espero que antes de que me muera voy a tener la oportunidad de preguntarle [a Francisco] cómo entiende su ministerio, cuando pone el tiempo final ante nosotros como una clave“
Y John Allen director de Crux sugiere que Francisco ya ha respondido a la pregunta de George. Y está contenida en una frase de “El Señor del Mundo”:
“Sí, Virginia, hay un diablo, un anti-Cristo, y un tiempo final… y si queremos evitar lo peor de todo, debemos poner manos a la obra”.
QUE EXPONE BENSON EN “EL SEÑOR DEL MUNDO”
Robert Hugh Benson fue un converso del anglicanismo al catolicismo, hijo nada menos que del Arzobispo de Canterbury, educado en Eton y Cambridge, ordenado sacerdote por su padre; era toda una personalidad en la Inglaterra de su tiempo y causó gran impacto su conversión.
Sus novelas son un tipo de “teología narrativa” y el mejor ejemplo es “El Señor del mundo” que algunos consideran como un tratado de escatología fundamental.
Puedes descargar la novela “El Señor del Mundo” traducida al español por el Padre Leonardo Castellani aquí. Eduardo Cattaneo lo colgó en varias versiones de Word, en PDF y en EPUB. Es una novela muy ágil y provoca leerla de corrido.
El libro está a la altura de las visiones proféticas de 1984 (Orwell), Un mundo Feliz (Huxley) y Farenheit 451 (Bradbury).
Trata temas como la tendencia a un gobierno mundial, la globalización, la imposición de errores biológicos y filosóficos como dogmas de fe y la guerra contra la Iglesia como defensora de valores tradicionales.
Piensa que Benson escribió el libro en 1907 y difícilmente podría tener todos los elementos como para predecir lo que pasaría 100 años después.
Pero acertó en advertir el desarrollo profundo de las tendencias metafísicas y culturales que cristalizarían en el siglo que venía.
En ese principio de siglo ya está surgiendo el modernismo en el seno del catolicismo.
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O sea la idea de que el cristianismo tiene que adaptarse al humanismo ilustrado y moderno para poder ser viable y pertinente.
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Y Benson percibe que esta nueva teología será importante de aquí en adelante.
En el hipotético futuro que traza el libro, el humanismo, el socialismo y la “religión positivista” han logrado consolidar una utopía humanitaria que él advierte que es una mentira porque es el Anticristo, tal como se expresa en el Apocalipsis; un líder inmensamente popular, “humanitario” y sutil.
Así el Anticristo no es un tipo como Hitler con una descarnada maldad, sino que más bien es un líder “humanitario”, “filantrópico”, “justiciero”.
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Que oculta su perversa intención bajo la apariencia del bien.
La novela de Benson advierte sobre este sutil extravío y del peligro de la mundanización y la secularización de la Iglesia, e indirectamente es un llamado a recuperar el horizonte escatológico, metafísico y sobrenatural del cristianismo.
UN BREVE RESUMEN
Benson personifica al Anticristo en Felsenburgh, un político extraordinariamente seductor, de apariencia mansa y dialogante.
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Que con discursos llenos de una retórica emotiva, salpimentados de constantes menciones a un reinado de paz en la tierra, logra enardecer a las multitudes, que acaban tributándole el culto reservado a los dioses.
Felsenburgh promete al mundo la paz; y desde luego se la da, aunque sea una paz falsa sostenida sobre un orden inicuo.
También le promete la solución de los problemas económicos que lo afligen.
Y desde luego se la da, mediante una simbiosis de capitalismo y socialismo, hasta lograr detener la carestía e instaurar una nueva era de euforia y abundancia, aunque sean la euforia y la abundancia del hormiguero, donde los hombres, bien alimentados y asistidos en sus necesidades, se convierten en infrahombres satisfechos.
Felsenburgh postula una nueva religión, una suerte de cristianismo falsificado caracterizado por la mística de la deificación del Hombre y del Progreso, que pronto tendrá sus seudoprofetas y seudoapóstoles, dispuestos a propagarla hasta los confines de la tierra.
Naturalmente, la entronización de esta parodia de religión discurre paralela a la persecución de los cristianos, que en la novela de Benson son ya muy pocos y aparecen a los ojos de las masas embaucadas y cretinizadas como un puñado de delincuentes.
Una persecución que Felsenburgh no hace al estilo de aquellas sangrientas orgías de los Césares de antaño, sino de forma mucho más aséptica y taimada, envolviéndola de hipocresías cívicas (hoy diríamos «laicistas», para entendernos) que no hacen sino aumentar su prestigio a los ojos de la «opinión pública».
En la novela de Benson, la Iglesia es vista como una sociedad totalitaria, artera e inhumana, que aspira al poder mundial y que por lo tanto conviene destruir.
Felsenburgh, en fin, es soberbio, mentiroso y cruel, aunque se finge virtuoso. Instaura un reinado de alegría postiza y exterior que esconde la más aciaga angustia.
Es un hipócrita; pero no al estilo burdo del Tartufo de Molière, sino al estilo de los fariseos, que por todo el mundo eran tenidos por santos.
También es un orgulloso hinchado de vanidad; pero disfraza esta lacra con los vistosos ropajes de las virtudes estoicas.
Felsenburgh promete a sus súbditos una libertad de placeres y diversiones.
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Pero frente a la desesperación no tiene otro consuelo que brindarles sino la eutanasia subvencionada.
Por supuesto, cualquier parecido entre Felsenburgh y los gobernantes contemporáneos es pura coincidencia
UNA FASCINACIÓN INQUIETANTE
La fascinación de Benedicto XVI y Francisco sobre el libro es que el mundo se parece mucho al de la ficción de Benson.
Porque se ha popularizado la creencia en un “evangelio secular” de un mundo en el que somos capaces de alcanzar la felicidad solo con nuestros esfuerzos, a través de nuestra razón y siguiendo la “naturaleza” de nuestros instintos y deseos.
Un mundo volcado sobre sí mismo y cerrado a la trascendencia de Dios.
Lo que más inquieta de la novela es advertir que cien años después, la confusión entre el reino de Dios y el reino del hombre está entre nosotros incluso en el seno del cristianismo.
Existen hoy teologías y prácticas pastorales que han caído sutilmente por esta pendiente y reducido el cristianismo a una ética socio-política, o benefactora.
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Una moral “buenista” que considera la Escritura, la Tradición y el Dogma como una especie de “soporte simbólico” de una moral.
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Lo que es signo de la secularización de la fe cristiana que ha erradicado la dimensión sobrenatural.
Fuentes:

Foros de la Virgen María

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