viernes, 27 de enero de 2017

SOBRE EL REINO



Jesús dijo también:
- Con el reino de Dios sucede como con el hombre que siembra en la tierra: que lo mismo si duerme que si está despierto, lo mismo de noche que de día, la semilla nace y crece sin que él sepa cómo. Y es que la tierra produce por sí misma: primero brota una hierba, luego se forma la espiga y, por último, el grano que llena la espiga. Y cuando el grano ya está maduro, se siega, porque ha llegado el tiempo de la cosecha.
También dijo Jesús: ¿A qué se parece el reino de Dios, o con qué podremos compararlo? Es como una semilla de mostaza que se siembra en la tierra. Es la más pequeña de todas las semillas del mundo; pero, una vez sembrada, crece y se hace mayor que cualquiera otra planta del huerto, y echa ramas tan grandes que hasta los pájaros pueden anidar a su sombra.
De esta manera les enseñaba Jesús el mensaje, por medio de muchas parábolas como estas y hasta donde podían comprender. No les decía nada sin parábolas, aunque a sus discípulos se lo explicaba todo aparte."

Hoy tenemos dos pequeñas parábolas sobre el Reino. Nosotros somos meros sembradores. El crecimiento de la planta no depende de nosotros. La semilla crece por su poder germinativo, el agua, el sol...Pero es necesario que sembremos. Del resto ya se ocupa Dios.

Lo que nosotros sembramos es muy pequeño, pero un día se hará grande. Precisamente porque el crecimiento depende de Dios, no de nosotros.

Los que nos dedicamos al apostolado deberíamos meditar continuamente estas dos pequeñas parábolas. Sembraríamos con más humildad, y nos preocuparíamos menos al no ver el resultado inmediato de nuestra siembra. Ganaríamos en esperanza. Si sembramos, Dios dará el crecimiento. Y un crecimiento que no imaginamos.



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