martes, 21 de febrero de 2017

¿SEGUIMOS SIN ENTENDER NADA?



"Cuando se fueron de allí, pasaron por Galilea. Pero Jesús no quiso que nadie lo supiera,  porque estaba enseñando a sus discípulos. Les decía:
– El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; pero tres días después resucitará.
Ellos no entendían estas palabras, pero tenían miedo de hacerle preguntas.
¿Quién es el más importante?
Llegaron a la ciudad de Cafarnaún. Estando ya en casa, Jesús les preguntó:
– ¿Qué veníais discutiendo por el camino?
Pero se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre cuál de ellos era el más importante.  Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo:
– El que quiera ser el primero, deberá ser el último de todos y servir a todos.
Luego puso un niño en medio de ellos, y tomándolo en brazos les dijo:
– El que recibe en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no solo me recibe a mí, sino también a aquel que me envió."

Queda claro que los discípulos no se habían enterado de nada. Jesús les habla de su futuro de crucifixión y ellos discutían por quién será el más poderoso.  Esto hace que Jesús les hable como maestro. Por eso se sienta. Y la enseñanza es clara: el que quiera ser el primero, que se ponga el último. A Dios lo encontramos en los niños, en los sencillos, en los humildes.
¿Seguimos sin entender nada, en nuestros días? Nosotros seguimos buscando influencias, privilegios, poder. Tratamos con deferencia a los poderosos, a la gente "importante", y negamos la entrada a los refugiados, permitimos que haya quien vive en la calle, desahuciamos, cortamos la electricidad...
No podemos ser injustos y negar la mucha gente anónima que se dedica a los demás. Pero, como institución, ¿no estamos equivocando el camino?
Si queremos acoger a Dios, Jesús nos dice con claridad lo que debemos hacer.

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