miércoles, 29 de marzo de 2017

¿PREJUICIOS O PRINCIPIOS?


La palabra “prejuicio” está desprestigiada, lleva una gran carga emocional, pero es muy útil para atacar a quienes opinan en contrario.
No sé si la confusión entre los conceptos “prejuicio” y “principio” o “valor” sea voluntaria, subconsciente o auténtica, pero muchas personas utilizan el primero para atacar al segundo: lo que tú dices es por prejuicio, cuando la verdad es que lo que el otro dice lo dice por ser un principio.

¿QUÉ ES UN PREJUICIO PARA LOS DICCIONARIOS?

Es una “opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal” para el RAE. Otra definición es: “juicio u opinión, generalmente negativo, que se forma inmotivadamente de antemano y sin el conocimiento necesario”. ¿Cuáles son sus sinónimos? recelo, suspicacia, prevención, preocupación, obcecación, ofuscación, arbitrariedad, tabú, monomanía, convencionalismo, terquedad, aprensión, escrúpulo. Siempre se considera que un prejuicio es una opinión sin base, hecha sin conocimiento del tema, por eso es tan útil para atacar a quien argumenta contra lo que se afirma, para desprestigiarlo.

Es muy común escuchar la palabra prejuicio cuando los partidarios de asuntos como el aborto, la eutanasia y la homosexualidad y por supuesto el “matrimonio” entre homosexuales se refieren a las opiniones en su contra. El rechazo a opiniones basadas estrictamente en principios morales lo califican como “prejuicio”, cuando se trata realmente de lo contrario: la defensa del principio moral o ético es el producto de un juicio de valor, hecho con conocimiento de causa; no se pre-juzga, se juzga.

Los principios de la moral natural, los derechos del hombre, el derecho a la vida, son productos de largas y fructíferas reflexiones hechas por muchos pensadores a través de la historia; son producto de juicios de valor, exactamente lo contrario de lo que es un prejuicio.

Curiosamente, muchas de las posiciones tomadas por los defensores de la cultura de la muerte o de la homosexualidad como forma “normal” de vida, son auténticos prejuicios. Aceptan las posiciones contrarias a los principios precisamente porque no han sometido a juicio dichas posiciones. Decir que defender un principio (que contradice sus deseos) es un prejuicio es una cómoda forma de evitar el juicio moral ante temas de vital importancia para la sociedad.

Acusar a alguien que defiende principios de tener prejuicios en temas como los señalados, es lo mismo que acusarlo de “retrógrado”. Este caso es también lo contrario: los verdaderos retrógrados son quienes piden volver a la edad de las cavernas, antes de que la humanidad descubriera y/o aceptara el valor de la vida humana, por ejemplo, como principio.

Quienes defendemos principios morales que la humanidad ha sostenido a través de los siglos, y sobre los cuales no se puede moralmente transigir, debemos rechazar la etiqueta de “prejuicio” para nuestros principios. Pero he visto que el silencio en muchas mesas de discusión pública permite que el observador caiga en el juego de que, efectivamente, se trata de prejuicios, no de valores o principios lo que se están oponiendo a los antivalores.

En una discusión sobre temas moral o éticamente controversiales como la bioética o las culturas de la vida y de la muerte, y cada vez que alguien diga que se defiende lo contrario -los principios de moral universal frente a posiciones permisivas e inmorales- por prejuicios, debemos enfrentarlo con peticiones de juicios de valor, de someter ambas posiciones a juicio.

Sin duda que mucha gente acepta falsos principios como auténticos, digamos el supuesto derecho de la mujer a deshacerse de su embarazo con un aborto provocado, y por tanto lo defiende así, y es entonces precisamente cuando el juicio de valor es más valioso y oportuno. Quien así piensa, ha prejuzgado el valor de la cultura de la vida. Si el adversario nos acusa de tener prejuicios –cuando son en realidad valores o principios- es cuando la petición de juicio de valor demostrará la supremacía de los valores o principios sobre los falsos valores o los verdaderos prejuicios a favor de la cultura de la muerte y otros temas semejantes.


Salvador I. Reding Vidaña
Fuente: catholic.net

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