lunes, 12 de junio de 2017

CONFÍA EN QUE DIOS AYUDARÁ A QUE TU MATRIMONIO SEA EXITOSO


Ningún matrimonio es exitoso a menos que lo hagas exitoso y eso requiere persistencia, esfuerzo y una humilde y constante confianza en Dios.

Por: Fr. Lawrence G. Lovasik | Fuente: Catholic Exchange // Pildoras de fe
La felicidad en el matrimonio, es algo que debemos ganarnos. Es algo que debes trabajar por ti mismo, principalmente para olvidarte de ti mismo y servir a otros. El matrimonio implica el arte de las relaciones humanas, la psicología de los niños, la economía de una casa en funcionamiento, el mantenimiento de la salud, pero, sobre todo, el desarrollo de la vida espiritual y moral de la familia. Todo eso exige una amplia gama de talentos y habilidades. Ningún matrimonio es exitoso a menos que lo hagas exitoso, y eso requiere persistencia, esfuerzo y aún más, una humilde y constante confianza en Dios.

OCUPARSE DEL MATRIMONIO

El objetivo supremo de su lucha y esfuerzo es la familia. Ustedes trabajaron duro y ahorraron con el fin de poder casarse y tener una casa propia. Una vez casados, trabajaron y ahorraron para poder llevar con éxito una familia. Tus propósitos en el matrimonio deben ser: traer más hijos de Dios al mundo y criarlos apropiadamente, ser uno en cuerpo y alma con tu cónyuge y construir un hogar feliz. Ustedes se deben ayudar el uno al otro y a sus hijos en cualquier forma posible, en especial para poder llegar al cielo, que es la meta final y el destino eterno de todos nosotros.

Usted y su cónyuge, deben estar dispuestos a ocuparse de su matrimonio como el mejor trabajo de sus vidas, y no desertar cuando surjan los problemas. Cuando se casaron, cada uno de ustedes asumió la responsabilidad de una parte del trabajo necesario para la formación de un hogar. Ambos asumen la tarea de alentarse y ayudarse mutuamente, en la medida de lo posible, en las tareas específicas diseñadas para cada uno. Asumiendo la formación de los hijos como una responsabilidad de ambos.

Por lo tanto, el matrimonio requiere entrega total de cada uno. Solo cuando estás dispuesto a asumir tu parte en la vida matrimonial, puede esperar tener verdadero amor y paz.

EQUILIBRO Y ALEGRÍA EN EL MATRIMONIO

El matrimonio es, normalmente, una fuente de equilibrio para cada uno, ya que proporciona placeres legítimos y saludables. Pero el equilibrio requiere un esfuerzo para dejarse guiar por la razón en todas las actividades. Dando la bienvenida, sin una mentalidad cerrada ni debilidades, a la alegría que el matrimonio ofrece, utilizando la razón para afrontar las dificultades que el matrimonio inevitablemente conlleva.

Si tu temperamento es inherentemente inestable, si tu vida está abrumada por las condiciones desfavorables, puedes recobrar la salud de tu vida emocional y espiritual, solo si buscas lo que es realmente correcto de acuerdo a la sana razón que Dios te dio y  te comprometes a hacerlo. Solo ese esfuerzo puede traerte la alegría que es digna de ti.

EVITE LA TENDENCIA A SER IRRESPONSABLE.

El amor puede ser destruido si no muestra ningún interés en ofrecer ayuda o apoyo al trabajo de su pareja, o lo que es peor, si elude y abandona sus responsabilidades individuales con la familia.

La irresponsabilidad es fallar al asumir las obligaciones básicas del matrimonio. Un marido irresponsable, se considera a sí mismo con todos los derechos del matrimonio, pero ignora la mayor parte de sus responsabilidades. El egoísmo invade por completo el carácter de una persona así. Con frecuencia evita pensar en los demás o en aceptar la responsabilidad, teniendo como resultado inmadurez emocional, egoísmo e irresponsabilidad social.

Algunas mujeres perjudican sus hogares, a sus esposos, a sus hijos y a ellas mismas por el exceso de actividades externas que tienen, como organizaciones, sociedades, grupos de almuerzo, clubs, y comités cívicos. Otras causas son demasiadas riquezas o lujos, y el exceso de tiempo libre, de modo que las madres de familias de tamaño considerable, pueden contratar a personas que se encarguen de hacer la mayor parte de su trabajo y dedicarse ellas a las actividades de prominencia social.

Algunos padres, participan poco en la administración de sus hogares y la crianza de sus familias. Algunas veces utilizan sus trabajos como un pretexto para la apatía en cuanto a sus deberes en casa, pueden desbordar energía cuando se trata de hacer dinero y salir adelante, pero se niegan a ayudar a sus esposas en la crianza de sus hijos. El matrimonio es una sociedad, en la cual el esposo y la esposa, están destinados a trabajar juntos en el mantenimiento de su hogar, y sobre todo, en la supervisión y la crianza adecuada de los niños.

RESPONSABILIDAD COMPARTIDA

A parte de ganarse la vida con su trabajo, el esposo está obligado a ayudar a su esposa con sus tareas de cualquier forma que pueda. Fallar o negarse a hacer esto, es no solo egoísta, sino también injusto. El esposo puede tener un trabajo extra para ayudar económicamente a su familia, o hacer estudios adicionales para ser apto para un mejor trabajo; pero él debe hacer estas cosas sin dejar a un lado a su esposa e hijos.

También está el esposo que adopta el principio de que, además de ser fiel a su esposa, la única otra contribución que debe hacer para el mantenimiento del hogar y la crianza de los hijos, es el dinero. Egoístamente piensa que corresponde a su esposa mantener la casa ordenada, hacer la comida, lavar la ropa y cuidar, corregir y educar a los niños, es decir, cree que ella debe hacer sola todo el trabajo necesario para mantener el hogar y criar a los niños.

Un marido así, demuestra ser perezoso, desconsiderado, independiente y egoísta. Él puede trabajar ocho horas en la oficina o en la tienda, pero el trabajo de su esposa nunca termina y le exige que se ocupe de la casa dieciséis horas al día. Llega del trabajo, se instala frente al televisor, o lee el periódico, o se encierra en una habitación y rara vez se levanta para ayudar en las tareas del hogar o para mantener a los niños ocupados de una manera sana. Los sábados, domingos y días festivos sucede exactamente lo mismo.

No importa la excusa, eso es un abuso, y una de las causas del fracaso de muchos matrimonios. La irresponsabilidad es la tercera causa de divorcio. Padres así de irresponsables, encuentran una manera de excusarse, en lugar de participar del intercambio activo de las tareas de la casa.
La esposa de un marido irresponsable, tiene derecho a exigir una mayor consideración de su parte. Si él no puede prestar atención a las sugerencias, una buena esposa solo tendrá el consuelo de la familia que está construyendo, y del hecho de que su ejemplo y su paciencia, podría algún día causar una impresión en su esposo egocéntrico y hacerlo cambiar de hábitos.
Tampoco podemos descartar que una de las causas por las cuales un marido desperdicia una buena parte de su tiempo y dinero fuera de casa es que no encuentra ningún incentivo para hacer algo mejor con ellos o se siente poco valorado en su hogar, tal vez al llegar a casa solo encuentra quejas y críticas sobre su comportamiento. Una buena esposa debe darle ese incentivo, haciéndolo querer estar con ella. Debe hacer todo lo posible para que su hogar sea un lugar agradable para su marido, donde él se sienta contento de estar. Ella puede mantener su apariencia externa, vestirse con esmero y apropiadamente, y educar a sus hijos para que sean buenos con su padre cuando están con él, buscar los momentos apropiados para conversar con él de los problemas pero nunca olvidar hacerlo sentir amado y respetado. Una recomendación práctica para las esposas es evitar quejarse con su esposo sobre lo difícil que es la vida que están llevando o las carencias que tal vez puedan tener, agradeciendo el esfuerzo y el amor que él pone para el sostenimiento del hogar.

Cuando un hombre ve a su esposa sacrificar sus propios gustos por los de él, muy posiblemente puede verse movido por un sentido de respeto que lo llevará también a sacrificar sus gustos por los de ella. Con el tiempo se dará cuenta de que tiene un hermoso hogar, una esposa inteligente y unos hijos de los cuales sentirse orgulloso. Él apreciará esas cosas y se sentirá motivado a dar también lo mejor de sí mismo.  

PONGA SU FAMILIA POR DELANTE DE SUS ACTIVIDADES FUERA DE CASA.

El matrimonio exige compañerismo. El deseo de estar con el ser querido es un signo de amor verdadero, sentirse satisfechos de estar el uno con el otro, sólo es posible, cuando se puede evitar tomar el amor por sentado. Algunos maridos se defienden haciendo referencia a los pecados que no cometen, o con el dinero que aportan, o con el trabajo que realizan en el hogar.

A veces, como padre, se puede preferir pasar las noches en un club o en una reunión que en casa con su esposa e hijos; o como madre, se puede preferir la participación en actividades fuera de la casa que en hacer un verdadero hogar para su marido y sus hijos. Sus sentimientos deben estar sujetos tanto a su sentido del deber, como a los deseos de su pareja y sus hijos.

Así que muchas personas llenan sus vidas con demasiada actividad y sacan de su horario algunas de las cosas que les gustaría hacer o deberían hacer. Ellos están haciendo muchas cosas que son buenas, pero están descuidando otras cosas que son mejores y más importantes. Tal vez eso sucede porque pierden de vista la primacía de las obligaciones derivadas de su familia y el hogar.

Tu primer deber es tu hogar y familia. Has jurado solemnemente mantener la obligación de trabajar por su felicidad y por la salvación. Para tener éxito, las familias deben ser felices; y para ser feliz, los miembros deben anticipar y satisfacer las necesidades y deseos razonables, los unos a los otros.

Está el marido que siente que debe tener salidas nocturnas y sus días de descanso para los bolos, el golf, el club, el bar, y el encuentro con los chicos, pero que rara vez le da a su esposa una oportunidad para la relajación lejos de los deberes constantes de la casa. Él considera que está por debajo de su dignidad llevar a su esposa con él de vez en cuando, podría muy bien decir que ella debe quedarse en casa y disfrutar de trabajar todo el tiempo, como si no fuera un ser humano y por lo tanto, no necesitaba la recreación.

Es bastante razonable para una mujer, cuya vida se limita casi exclusivamente a los deberes de la casa, necesitar un tiempo para disfrutar de algo relajante y cambiar de vez en cuando. Un marido debe estar dispuesto a hacer el sacrificio de algunas de las cómodas noches en casa, para que pueda ofrecer a su esposa las oportunidades para relajación que necesita. Él puede tener que reducir algunas de sus actividades fuera del hogar, si cede un poco más de tiempo para hacer a su esposa e hijos felices, encontrará que, él mismo está recibiendo una buena cantidad de relajación y descanso, compartiendo con ellos las alegrías simples de una noche ocasional juntos.

CONFIANZA EN DIOS.

Usted está seguro de la ayuda de Dios. La Iglesia enseña que a través del sacramento del matrimonio, usted y su cónyuge, tienen la seguridad de la ayuda constante de Dios. Por lo tanto, debe confiar firmemente en Dios. En la próxima vida, puede esperar aún mayores bendiciones en la tierra, si ha tratado de construir su casa en el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret.
Dios nunca se deja a un lado la generosidad. Si le sirves tanto como te es posible, puedes estar seguro de que Él te bendecirá abundantemente. Si, por el contrario, rompes deliberadamente sus leyes, puedes estar seguro de que te estás privando a ti y tu familia de sus bendiciones.

El requisito principal para la felicidad de la familia es la unión con Dios, que es la fuente de toda felicidad en este mundo y en el próximo. Nadie tiene medios más poderosos y más frecuentes oportunidades de estar unidos con Dios, que un católico de conciencia. Manténgase en contacto con Dios a través de la recepción frecuente de los sacramentos, de la Penitencia, de la Eucaristía y de mucha oración.

Trabaja duro para tu familia y su felicidad, como si todo dependiera de ti. Ruega a Dios y confía en Él aún más, porque todo depende realmente de Él. Nuestro Señor dijo: "Permaneced en mí, y yo en vosotros. ... Sin mí no podéis hacer nada.”


Artículo originalmentte publicado en Catholic Exchange
Adaptado y traducido al español para PildorasdeFe.net por Quiannette Quero

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