No te apene ni te
inquiete cosa alguna, ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
Por: P. Evaristo Sada, L.C. | Fuente: https://la-oracion.com/
Por: P. Evaristo Sada, L.C. | Fuente: https://la-oracion.com/
Tres angustias radicales del ser humano son:
perder el sustento, el miedo a la muerte y no encontrar el descanso eterno.
La
Virgen María conoce bien a sus hijos, sabe que estas preguntas nos escuecen por
dentro y que se nos presentan con mayor o menor fuerza según las
circunstancias, los tiempos, la personalidad y la conciencia de cada uno. Por
ello hacemos bien en pedirle: “Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.”
Al rezar el Rosario desde nuestra realidad de
hijos, pecadores y en camino, le presentamos esta súplica 50 veces seguidas.
Pensé que el tema podría venir a cuento ahora
que estamos en el mes de Mayo, mes de la Madre.
¿CÓMO
REZAR EL SANTO ROSARIO?
NO BASTA APRENDER UNA ORACIÓN, HAY QUE APRENDER A ORAR
NO BASTA APRENDER UNA ORACIÓN, HAY QUE APRENDER A ORAR
Cuando se habla del Rosario, muchas veces la
atención se centra en la mecánica del rezo del Rosario. Es fácil encontrar buenas explicaciones de cómo se reza el Rosario (por
ejemplo en este devocionario y en la página de la Virgen Peregrina de la
Familia). Por ello, como he dicho en otro momento, en este blog quisiera
fijarme más en la pedagogía de la oración cristiana que en los rezos, y más en
las actitudes que en los contenidos.
“La oración es una actitud
interior, antes que una serie de prácticas y fórmulas, un modo de estar frente
a Dios, antes que de realizar actos de culto o pronunciar palabras.” (Benedicto
XVI, 11 de mayo de 2011)
1.- Un buen orante, al rezar el Rosario, no repite Avemarías
como un
loro
2.- Un buen orante, al rezar el Rosario, contempla a Cristo
con la mirada de María.
3.- El Rosario es una oración mariana centrada en Cristo
4.- En el Rosario, mientras se honra a la Virgen María con el
paso de las Avemarías, se contemplan en la mente y en el corazón los grandes
momentos y misterios de la vida de Jesús.
La
pregunta principal es: ¿cómo se contemplan? Y la respuesta debe ser: como
María. Se trata de aprender de María a contemplar la belleza del rostro de
Cristo.
Nos ayuda La Pietà de Miguel Ángel: es toda una lección de oración. Allí queda plasmado cómo la
Virgen María meditaba la Palabra en su corazón. En su mirada y en toda su postura
interior y exterior se ve cómo toma conciencia y cómo profundiza las palabras,
los hechos y los misterios de la vida de Su Hijo Jesucristo.
Al
iniciar el Rosario debemos detenernos un momento y pensar en lo que vamos a
hacer. Debemos actuarnos y en vez de “poner el disco” para que comience su monótono
repetir de Avemarías, hemos de suplicar a Dios que nos conceda la gracia de
asimilar el modo de ver y de ser de la Virgen María y tratar de apropiar sus
actitudes evangélicas en su relación con Cristo. “Así
la Madre del Señor ejerce una influencia especial en el modo de orar de los
fieles.” (Juan Pablo II, 3 de enero de 1996)
Es necesario hacerlo cada vez que se reza el
Rosario. De lo contrario es fácil que no resulte bien y venga el desaliento.
PLEGARIA
MARAVILLOSA
Si nos metemos en el corazón de la Virgen María
y el Espíritu Santo nos concede la gracia de sentir como Ella, conocer como
Ella, amar a Cristo como Ella, el Rosario se puede convertir, también para
nosotros, en una plegaria maravillosa.
Juan Pablo II, pocos días después de su elección
al pontificado, dijo que el Rosario era su oración preferida y nos explicó cómo
había que rezarlo:
“El Rosario es mi oración predilecta. ¡Plegaria
maravillosa! Maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta plegaria
repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María oyó del Arcángel y de
su prima Isabel. Palabras a las que se asocia la Iglesia entera. (…) Con el
trasfondo de las Avemarías pasan ante los ojos del alma los episodios
principales de la vida de Jesucristo. El Rosario en su conjunto consta de
misterios gozosos, dolorosos y gloriosos y nos ponen en comunión vital con
Jesucristo a través ?se puede decir? del Corazón de su Madre. Al mismo tiempo
nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que
entraman la vida del individuo, la familia, la nación, la Iglesia y la
humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas
más cercanas o que llevan más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria
del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana”. (Angelus, Juan Pablo II,
29 de octubre de 1978)
Las palabras clave aquí son: comunión vital con
Jesucristo a través del Corazón de su Madre.
EL ROSARIO: UNA ORACIÓN MARCADAMENTE CONTEMPLATIVA
María es para nosotros un modelo de oración
contemplativa (puedes releer: Un ejercicio de contemplación: la oración de
María de la A a la Z). Ella guardaba y meditaba en su corazón todo lo que vivía
junto a Jesús. (cf. Lc 2, 19 y 51 b).
«Sin contemplación, el
Rosario es un cuerpo sin alma y su rezo corre el peligro de convertirse en
mecánica repetición de fórmulas y de contradecir la advertencia de Jesús: “Cuando
oréis, no seáis charlatanes como los paganos, que creen ser escuchados en
virtud de su locuacidad” (Mt6, 7). Por su naturaleza el rezo del Rosario exige
un ritmo tranquilo y un reflexivo remanso, que favorezca en quien ora la
meditación de los misterios de la vida del Señor, vistos a través del corazón
de Aquella que estuvo más cerca del Señor, y que desvelen su insondable
riqueza» (Rosarium Virginis Mariae, 12)
ENTONCES
¿CÓMO SÉ SI REZO BIEN EL ROSARIO?
Lo rezas bien si en el trasfondo de las
cincuenta Avemarías contemplas a Cristo con la mirada de María, Madre de Dios y
Madre nuestra.
MARÍA,
POR SU PARTE, TE ESTARÁ VIENDO A TI Y SU MIRADA TE LLENARÁ DE UNA PROFUNDA
CONFIANZA.
Cuando veo la imagen de la Virgen de Guadalupe
siento que María me mira, me toma en sus brazos y me repite como a Juan Diego: “No te apene ni te inquiete cosa alguna, ¿No estoy yo
aquí que soy tu Madre? ¿No estás por ventura en mi regazo? Nada has de temer.” (Nican
Mopohua)
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