Por: P. Samuel Bonilla | Fuente: PadreSam.com
La envidia es uno de los así llamados “pecados capitales”, sin embargo muchos se
preguntan si existe la “envidia de la buena”, es decir, si existe una especie
de envidia que no sea pecado. Para responder esto debemos hacer ciertas
aclaraciones.
¿Qué
es la envidia? Una de mis definiciones preferidas para la
envidia es “tristeza por el bien ajeno”, es decir, descubro un bien en otra persona y no
lo tolero y deseo arrebatárselo, o al menos deseo que él no lo tenga. Ahora
bien, esta actitud como tal sí es pecado.
Dicho esto, podemos afirmar que la envidia
consta de dos partes: 1) descubrir un bien
en otra persona, 2) querer arrebatarle ese bien. La envidia entonces funciona así: descubro un bien en
otra persona, acto seguido, deseo arrebatárselo.
A partir de esto podemos concluir que si yo
descubro un bien en una persona (una cualidad, un puesto, un mérito), pero no
le deseo el mal, no deseo arrebatárselo, eso sería en otros términos admiración. Mientras que si al
descubrirlo me entristece o no deseo que lo tenga, eso sería envidia.
Por lo tanto, lo malo entonces está en descubrir
ese bien y no soportar que el otro lo tenga y yo no. Es decir que sí podemos
sentir “envidia de la buena”, aunque
lo mejor sería no llamarle así (por su connotación negativa, por ser uno de los
pecados capitales), sino más bien llamarle admiración.
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