Leamos la repuesta
de Monseñor de Segur al respecto, dada hace más de un siglo.
Por: Monseñor de Segur | Fuente: adelantelafe.com
Por: Monseñor de Segur | Fuente: adelantelafe.com
COMENTARIO: Lamentablemente
este es el parecer no de pocas personas, incluso de muchos católicos seducidos
por el falso ecumenismo que no saben que sólo existe una religión verdadera
fuera de la cual no hay salvación.
RESPUESTA
—Queréis decir, sin duda, que todas las religiones son buenas, en el sentido de
que es mejor tener una, sea cual fuere, que no tener ninguna; pero no en el dé
que sea cosa indiferente profesar esta o aquella. ¿Más pensáis que os importa
poco ser Pagano, judío, Turco, Cristiano Católico, o Protestante suponiendo que
todas las religiones son invenciones de los hombres y que Dios nuestro Señor no
se cuida de ellas?
Si es así, decidme ¿á donde habéis aprendido
esta doctrina, y quien os ha revelado que todos los cultos agradan igualmente
al Ser Supremo?
Porque hay falsas religiones ¿habéis de inferir
que no hay una verdadera, y porque os encontráis rodeado de impostores no
habéis de encontrar un amigo sincero?
¿Habéis descubierto acaso, que Dios acoge con el
mismo amor al Cristiano que adora a Jesucristo, que al Judío que no ve en él
más que un impostor; que es bueno y permitido, en las regiones paganas, adorar
en lugar del Dios verdadero a Júpiter, Marte, Príapo, Venus; rendir en el
Egipto, los honores debidos a la Divinidad, a los Cocodrilos y al toro Apis;
entre los Fenicios sacrificar sus hijos al dios Moloch; en las Gálias y en
México, (*) inmolar millares de víctimas humanas a los deformes ídolos que allí
se veneraban; prosternarse en otras partes ante el tronco de un árbol, ante las
piedras, las plantas, los huesos de los animales, asquerosos restos de la
muerte; en Constantinopla repetir de lo íntimo de los corazones: “Dios es Dios (no se refiere a la Santísima Trinidad de
los católicos) y Mahoma su profeta;” y en Roma, París y tantas otras
partes, aborrecer a todos esos falsos dioses, despreciando a Mahoma como a un
impostor?
Imposible es que creáis esto seriamente, y sin
embargo decís: “Todas las religiones son buenas.”
¿Por qué pues no sois franco y confesáis que no queréis tomaros el trabajo de
buscar la verdad que, sin embargo de interesaros tanto, lo tenéis por inútil?
¡Ah! ¡Inútil la indagación de la verdad!…. ¡Insensato!
¿A qué peligros os exponéis, si por el
contrario, a pesar de vuestra afirmación que en nada se funda, Dios ha impuesto
al hombre cierta clase de preceptos determinados? ¿Si entre todas las
religiones una, una sola es la RELIGIÓN, la
verdad religiosa, absoluta, como toda verdad, no admite mezcla alguna y excluye
a todo lo que no sea ELLA? ¿Creéis que
vuestra indiferencia os disculpará ante el tribunal del Juez soberano? ¿Podéis
cuerdamente despreciar tan terrible cosa?
¡He aquí la miseria del hombre sin una religión
divina! ¡Miradlo con los pálidos destellos de la razón entregado a la duda,
frecuentemente a la más lamentable ignorancia, la más dañosa respecto de las
cuestiones fundamentales de su destino, de sus deberes, de su felicidad!
“¿De dónde vengo? ¿Quién
soy yo? ¿A dónde voy? ¿Cuál es mi último fin? ¿Cómo plegare a él? ¿Qué hay más
allá de esta vida? ¿Qué cosa es Dios? ¿Qué me quiere? etc.”
¿Qué dice la razón de estos inmensos problemas?
Apenas comienza a discurrir cuando enmudece; se conforma con probabilidades,
con palabras vagas como puede ser, mil veces más ineficaces para que podamos
dominar nuestras violentas pasiones y permanecer en el áspero sendero de los
deberes…
¿Y queréis que el Dios de toda sabiduría, de
toda bondad, de toda luz haya abandonado de esta manera a su criatura racional,
al hombre, la obra maestra de sus manos?
No, no. Él (Dios) ha puesto ante sus ojos (el
hombre) una luz celestial que atendiendo a las imperiosas necesidades de su
ser, le revela con una evidencia divina, la naturaleza y la justicia, la bondad
y los designios de ese Dios su primer principio y su último fin; una luz que le
señala el camino del bien y el camino del mal, abiertos ambos a su vista y
dirigiéndose, uno a la morada de las delicias eternas, y el otro al lugar de
los eternos castigos; una luz que se distingue en medio de los falsos
resplandores de que la rodea la corrupción humana, con solo el rayo de la
verdad; una luz que vivifica, que perfecciona todo lo que penetra…
Y esta luz es la revelación cristiana, es el
cristianismo (Católico), la única religión que tiene pruebas, la única que
alumbra el entendimiento, que santifica el corazón y que guiando toda nuestra
perfección moral al conocimiento y al amor de Dios, es digna de Dios y de
nosotros mismos.
¿QUIÉN PODRÁ REFERIR TODAS
LAS PRUEBAS QUE EL CRISTIANISMO SUMINISTRA A NUESTRA CREENCIA?
Vedlo desde luego remontarse a la cuna del mundo
por medio de las profecías que lo anuncian, por la fe, la esperanza y el amor
de los santos patriarcas, y también las ceremonias del culto mosaico y
primitivo que eran una figura de él.
En efecto, siempre ha sido
una sola y misma religión, aunque se haya desarrollado bajo tres fases
sucesivas.
1) En la
religión patriarcal que duró desde Adán hasta Moisés.
2) En la
religión judaica, que promulgó Moisés por parte de Dios, y que duró hasta la
venida de Jesucristo.
3) En la
religión cristiana o católica que enseñó el mismo Jesucristo y predicaron sus
apóstoles.
Al principio se desarrollaba con lentitud y
majestad, como todas las obras de Dios; como el hombre que pasa por la
infancia, después por la adolescencia, antes de llegar a la edad madura; como
el día que pasa por el crepúsculo y la aurora antes de brillar en la mitad del
cielo; como la flor que primero es semilla, después un botón cerrado que no descubre
aun las riquezas de su seno.
De la misma manera el cristianismo y solo él,
abraza a toda la humanidad; todo lo domina, al tiempo, a los siglos. Viene de
la Eternidad para entrar en la Eternidad; sale de Dios para descansar
eternamente en Dios.
Todo en él es digno de su autor. Todo él es
Verdad y Santidad. Los que lo estudian hallan en él una maravillosa armonía,
una belleza, una grandeza, una evidencia de verdad siempre creciente, a medida
que examinan más sus dogmas…
Mueve y purifica el corazón al mismo tiempo que
ilumina el entendimiento. Llena, satisface completamente al hombre.
El carácter sublime, sobrehumano, incomparable
de JESUCRISTO su fundador.
La perfección divina de su vida; La santidad de
su ley.
La sublimidad práctica de la doctrina que ha
enseñado.
Su lenguaje que se tendría por locura si no
fuese divino.
El número y la evidencia de sus milagros
reconocidos hasta por sus más encarnizados enemigos.
El poder de su Cruz.
Las circunstancias de su pasión inefable,
predichas todas con anterioridad.
Su gloriosa Resurrección anunciada a sus
discípulos, en catorce ocasiones diferentes, y la incredulidad de sus apóstoles
hasta que la evidencia los obligó a creer en la verdad de la resurrección de su
Maestro.
Su ascensión a los cielos en presencia de más de
cinco mil testigos.
Los progresos sobrenaturales de su Iglesia, a
pesar de todos los imposibles naturales, físicos y morales
Los estupendos milagros que confirmaban en la
tierra la predicación de sus Apóstoles, que de pescadores ignorantes y tímidos,
se convirtieron de repente en doctores y conquistadores del mundo.
La fuerza sobrehumana de sus nueve millones de
mártires. (Cifra superior en la actualidad, por no decir incalculable).
El genio de los padres de la Iglesia destruyendo
todos los errores con solo la manifestación de la fe cristiana.
La vida santa de los verdaderos cristianos
contrapuesta a la corrupción y a las naturales debilidades de los hombres.
La trasformación social que el cristianismo ha
causado, y está causando todavía en nuestros días, en todos los países en que
penetra.
Por último, su duración, la inmutabilidad de su
dogma, de su constitución, de su jerarquía católica: su indisoluble unidad en
medio de los imperios que caen; de las sociedades que se modifican; todo nos
prueba que el dedo de Dios está aquí y que no está en el poder del hombre ni
concebir, ni hacer, ni conservar una obra semejante.
Luego a la vista tenéis que hay una religión
verdadera, una sola, la religión cristiana.
Es la única RELIGIÓN,
es decir el lazo que nos une a Dios nuestro Criador y nuestro Padre.
La única que nos trasmite la verdadera doctrina
religiosa y lo que Dios nos dice de sí mismo, de su naturaleza, de sus obras,
de nosotros, de nuestro destino eterno, de nuestros deberes morales.
Todas las otras pretendidas religiones que
enseñan lo que el cristianismo reprueba y reprueban lo que enseña, tales como
el paganismo, judaísmo (**) mahometismo y otras, son de todo punto falsas
y desde luego malas.
Estas, son invenciones humanas, mientras que la
religión es una institución divina. Son imitaciones sacrílegas de la verdadera
religión como la moneda falsa es imitación criminal de la verdadera. ¿No sería
locura decir: “Todas las piezas de monedas son
buenas” sin distinguir las verdaderas de las falsas?
Aun sería más insensato continuar repitiendo
todavía estas palabras que acabamos de refutar: “Todas
las religiones son buenas.”
Esto es una impiedad enorme o una enorme
necedad: una impiedad si se dice por indiferencia; una necedad si se dice por
ignorancia o ligereza.
MONSEÑOR
DE SEGUR
“Respuestas breves a objeciones contra nuestra
religión”, Año
1869
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(*) La conquista del Nuevo Mundo por Hernán Cortes, produjo el beneficio de que sus habitantes abrazasen la verdadera Religión católica.
(**) En
cuanto a la religión judía hay en ella una circunstancia especial; porque
habiendo sido en los designios de Dios la preparación para la venida del Mesías
y como la segunda fase de la verdadera religión, fue; pero después de
Jesucristo ya no es la verdadera religión. El judaísmo era como el andamio del
albañil, necesario para construir el edificio. Levantada ya la casa debe
quitarse el andamio por ser ya innecesario. El judío abandonó la casa para
conservar el andamio, sacrificó la realidad a la figura. El pueblo judío
después de la venida del Mesías, sin templo, sin altares, sin sacrificios,
dispersado por todo el mundo, lleva consigo a donde no se le puede exterminar,
su cadáver de religión. Se perpetúa en medio de los siglos, conforme lo predijo
Jesucristo, para que siempre sirva de testigo al cristianismo, para que pruebe
su existencia como la sombra prueba la del cuerpo.
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