lunes, 12 de febrero de 2018

CONSAGRACIÓN DE MI SACERDOCIO


A partir de hoy, comenzaré a compartir una serie de meditaciones sobre el sacerdocio, tomando como hilo conductor el texto de la consagración que, por gracia de Dios, pude hacer el día de mi primera misa solemne.
Hoy comparto sólo el texto de la oración, dejando para próximas entregas las meditaciones. Me encomiendo a sus oraciones para poder ser fiel a todo aquello que vislumbré como meta personal y espiritual.

Oh Señora Mía, Reina del Santísimo Rosario, oh Madre Mía.

Yo, Leandro Daniel Bonnin, sacerdote para siempre por misericordia del Padre y de tu Hijo Jesucristo, me ofrezco totalmente a vos.
Oh Madre, educadora del Verbo encarnado, formadora de santos, hoy renuevo mi alianza eterna de amor contigo.

Y en prueba de mi filial afecto, y en respuesta a tu ternura maternal, te consagro en este día:

Mis ojos, pidiéndote tener siempre la mirada misericordiosa del Padre;

Mis oídos y mi lengua, para que como vos sepa escuchar y comprender la Palabra, y la proclame con valentía y coherencia en toda circunstancia;

Mis manos ungidas, para que las preserves de la rutina, para que celebrando cada día los sacramentos de tu Hijo con espíritu renovado, sea capaz de imitar lo que conmemoro, y conforme mi vida al misterio de la Cruz;

Te consagro sobre todo mi corazón; este corazón frágil y pecador, pero que quiere arder en el fuego del Espíritu, para tener los mismos sentimientos del Buen Pastor.

En una palabra te consagro todo mi ser. Quiero marianizar totalmente mi sacerdocio. Quiero en tus manos ser, con toda mi vida, fuente de agua viva, regazo materno para el afligido, puente entre el Cielo y la tierra, hostia viva que se ofrece para gloria del Padre, y se da como alimento al mundo.

Oh Madre de bondad, Reina del apostolado fecundo, guárdame del orgullo, de la mediocridad y de la tristeza, y dame un corazón humilde y magnánimo, casto y alegre.

Defiéndeme de las asechanzas del enemigo, de la ambición y de la pereza, y haz que me consuma la sed de almas, y el deseo de atraer a todos hacia tu Hijo.
Utilízame como cosa, posesión e instrumento tuyo. En tus manos tengo la certeza de cumplir la voluntad del Padre, de gastar mi vida para gloria suya, extensión del Reino de Cristo, y para tu regocijo.

Madre, todo lo mío es tuyo, y todo lo tuyo es mío.

Totus tuus ego sum, et omnia mea tua sunt, in saecula saeculorum. Amen.

Leandro Bonnin

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