martes, 13 de febrero de 2018

MARTES DE CARNAVAL, MIÉRCOLES DE CENIZA


Bien claramente podemos ver un simbolismo en el hecho de que después de los días de carnaval, aparece el miércoles de ceniza.
El cristiano puede poseer la alegría más profunda y verdadera, la que jamás termina, porque cree en Dios, ama a Dios y espera en Dios.

Por: María Esther de Ariño | Fuente: Catholic.net
El carnaval, como todos sabemos, es una fiesta popular que consiste en mascaradas, comparsas, bailes y regocijos bulliciosos.

Son tres días que preceden al miércoles de ceniza y que en muchos lugares ya son de ocho días, toda una semana y hasta diez y doce días. Es una expansión que nos atrae y nos envuelve en su loca alegría, un tanto disparatada y desbordante, quizá por el hecho de vivirla en la incógnita de un disfraz y un antifaz enigmático... Esta especie de desbordamiento festivalero  nos trae a la mente  el deseo de todo ser humano de desembarazarnos de las preocupaciones, de aligerar nuestros hombros de la carga de obligaciones cotidianas y de dar "rienda suelta" al placer y a la alegría. Pero … ¡cuidado ! pues pudiéramos caer en la inmadurez de llegar a creer que la vida es semejante a un  carnaval... Y así vamos por el mundo tratando de mostrar un rostro y un ropaje que no son los verdaderos. Parece que somos una cosa y somos otra en realidad.

Cómo nos cuesta llevar el rostro descubierto y mirar a los ojos a nuestros semejantes!. Nos vamos dejando arrastrar por el torbellino de las comparsas, por la inconsciencia, un poco infantil del que baila, ríe y canta y no sabe ni por qué, pero ahí vamos... y de repente al doblar una esquina nos encontramos cara a cara con la enfermedad, con el dolor, quizá con la muerte.

Debemos ser alegres, optimistas, cantar, bailar y reír  pero sin olvidar lo trascendental que es nuestra existencia aquí en la Tierra. Bien claramente podemos ver un simbolismo en el hecho de que después de los días de carnaval, aparece el miércoles de ceniza.

Para los católicos es el Día, es la puerta que se nos abre para que durante cuarenta días hagamos penitencia y oración. Esta penitencia y oración no es para que aparezcamos ante los ojos de los demás con caras largas y tristes.   "Cuando ayunes, úngete la cabeza y lava tu cara para que no vean los hombres que ayunas, sino tu Padre que ve en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" ( Mt.6 16-18 ).

La Cuaresma tiene que ser un tiempo de sacrificio y de entrega como preparación para la gran fiesta de la Pascua. El cristiano puede poseer la alegría más profunda y verdadera, la que jamás termina, porque cree en Dios, ama a Dios y espera en Dios.


Empecemos pues, con el mejor de los ánimos, alegres y comprometidos, una cuaresma de más intimidad con Dios, por el cauce de la oración y el sacrificio que desembocará en la Pascua o Resurrección de Jesucristo y que nos llenará de una gloriosa alegría. 

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