sábado, 17 de marzo de 2018

COMO SERÍA UNA PASTORAL CATÓLICA QUE ENSEÑARA A TRATAR CON EL DEMONIO



El demonio existe, pero es difícil hablar hoy a los sacerdotes de lo demoníaco, porque descreen. Esto permite una actuación más cómoda del demonio sin ser detectado. Pero la realidad es cómo es. No podemos amenazar con un revolver a un sacerdote para que crea en el demonio. Pero sí podemos convencerle que aunque no crea en el demonio, puede trabajar de manera simbólica sobre la influencia de lo que se llama ‘demonio’.
Puede aplicar métodos de liberación de las tendencias malignas en sus fieles aunque no crea en que el factor que las produce sea un ángel caído.
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Lo que tiene la ventaja de identificar un motor de las malas influencias y ponerle nombre.
Y respecto a esto último agregamos una exposición del Padre Fortea sobre los nombres de los demonios.

CADA VEZ SE CREE MENOS EN LA EXISTENCIA DEL MALIGNO Y LAS POSESIONES
El barco de la Iglesia está haciendo agua por partes. Y una parte que está muy inundada de incredulidad actualmente es la existencia del demonio, maligno, diablo, o como quiera llamársele al tentador y padre de la mentira. Que a pesar de ser considerado una verdad de fe católica, los fieles de los bancos de la iglesia se sienten cada vez más incómodos con ella. El Catecismo de la Iglesia Católica dice: 391 Detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte. La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios. El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos.

La situación contradictoria es la siguiente:
En primer lugar. La Sagrada Escritura es consistente en afirmar la existencia de este ser, el cual, busca por todos los medios destruir al hombre y su felicidad.
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La Biblia relata varias expulsiones de demonios que hizo Jesús:
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– Endemoniado en Capernaum (Mc 1; Lc 4).
– Sordomudo (Mt 12; Lc 1 l).Geraseno (Mt 8; Mc 5; Lc 5).
– Endemoniado mudo (Mt 9).
– Hija de la mujer Syro-Fenicia (Mt 15; Mc 7).
– Niña lunática (Mt 17; Mc 9; Lc 9).
– Mujer encorvada por espíritu inmundo (Lc 13:10-13).
El segundo lugar, y a pesar de la Escritura, estos demonios que expulsó Jesús, que él mismo dijo que eran tales (ver Mt 12: 25-30), hoy son vistos por varios teólogos como fruto de una mentalidad pre científica de la época.
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Que daba explicaciones sobrenaturales a fenómenos naturales.
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Y que ahora la psicología y la medicina occidentales puede explicar como casos de epilepsia o de enfermedades psíquicas.
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Aunque los exorcistas de esta época tienen sobradas razones para decir que las posesiones existen, y por lo tanto el demonio.
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Aunque aclaran que también existen casos explicables por la medicina y la psicología.
En tercer lugar, existe una fuerte presión de la cultura occidental actual a considerar al maligno y a las posesiones como meras fantasías infantiles.
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Y eso lo hacen sentir con altanería a los cristianos, que muchas veces sienten vergüenza de manifestarse, porque son tildados de infantiles y no saben cómo responder.
Y en cuarto lugar, los cristianos que se sientan en los bancos de las iglesias no tienen el apoyo explícito de muchos sacerdotes.
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Porque se habla cada vez menos del demonio desde el púlpito, quizás por dos razones fundamentales:
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A – Porque los propios sacerdotes están poniendo en duda la existencia del demonio, y cuando no se está seguro es mejor callar;
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B – Y porque se ha extendido el lenguaje políticamente correcto, que en la jerga católica se maneja con el rótulo de ‘no escandalizar’, que lleva a no insistir en conceptos en que no hay acuerdo en la grey.
Esto que está sucediendo dentro de la Iglesia Católica impide tratar adecuadamente a quienes tienen posesiones, incluso las lights, que podrían ser solucionadas con oraciones de liberación sin llegar a exorcismos. E incluso impide desarrollar una pastoral para tratar las infecciones demoníacas o las pseudo infecciones, aunque no se crea en ellas, lo cual es mucho más grave. Quien escribe esto recuerda un caso de hace 7 u 8 años en que me apersoné a un sacerdote para pedirle una oración de liberación, y la respuesta fue “yo no creo en eso, vaya a que algún cura carismático se la haga”.
¿Desde cuándo la liberación es una exclusividad de los carismáticos?
¿Desde cuándo la lucha contra el maligno no es responsabilidad de toda la Iglesia?

EL MALIGNO SE CAMUFLA CADA VEZ MÁS CON POSESIONES INTERMITENTES
Y mientras esto sucede dentro de la Iglesia, también el maligno se ha adaptado para camuflarse mejor. El padre Dwight Longenecker tiene la teoría de que las influencias o posesiones demoníacas son más comunes de lo que pensamos, porque son intermitentes y muchas veces débiles o lights. En su experiencia, es mucho más probable que lo diabólico se insinúe en las vidas ordinarias en formas mucho más sutiles de lo que ha sido habitual. ¿No es eso lo que esperaríamos del Padre de las Mentiras, la Gran Serpiente? Esto quiere decir que satanás tiene más probabilidades de controlar ciertas partes de nuestras vidas en forma sutil, las que hemos cedido a él.
Lo imagina como una serpiente constrictora presionando alrededor de ciertas partes de nuestras vidas, aprisionándolas.
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Con la esperanza de poco a poco tomar el control de nuestra voluntad por completo hasta que estemos arruinados.

UN EJEMPLO
Este es un ejemplo que da: He trabajado con un joven que había cedido a la pornografía y la promiscuidad sexual. Cuando empezamos a hacer un trabajo espiritual, en esta zona tenía un punto ciego completamente. Quería crecer en la gracia, pero realmente no podía ver el problema del pecado. 
Cuando insistí surgió la furia y fue extraordinario y aterrador verlo.
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En realidad me miró de una manera extraña.
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Sus ojos se encendieron como con furia y exhaló a través de sus dientes como un silbido.
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Sólo duró un instante, pero algo más estaba allí.
Exorcismo gran escala no era necesario. Aquí estaba un hombre que iba a la confesión y la misa regularmente y parecía ser un buen cristiano. Sin embargo, algo más estaba en funcionamiento. Había una parte de su vida que no fue redimida y una batalla que estaba pasando por su alma. Esta no era una  posesión demoníaca como tal, sino que a veces se le llama “obsesión”. Es como si la persona fuera infectada con un virus que está trabajando en el cuerpo como un agente extraño y causando la enfermedad, pero no la muerte.

LOS REMEDIOS
El padre Longenecker está convencido de que este tipo de infección demoníaca es muy común y en aumento. Entonces, ¿qué hacer al respecto?
En primer lugar, él sugiere la confesión implacable y regular como el primer remedio.
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El arrepentimiento y un examen completo y abierto de conciencia.
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Si esto se puede hacer con un sacerdote director espiritual aún mejor.
En segundo lugar, cree que debemos tener en cuenta lo que ha llamado “auto liberación”.
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Esta es una manera de usar la vida de oración para nombrar y expulsar conscientemente las influencias demoníacas.
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Recitar el Padre Nuestro lentamente con un enfoque en “líbranos del mal” es un poderoso remedio.
En tercero lugar, el uso de agua bendita, escapularios, velas bendecidas, imágenes y otros sacramentales son útiles.
En cuarto lugar, una verdadera concentración consciente de la presencia del Señor Jesús y de su santo nombre en la Eucaristía puede ayudar a expulsar al demonio que existe en nuestra vida ordinaria.

UNA METODOLOGÍA PASTORAL QUE NO IMPLICA NECESARIAMENTE QUE SE CREA EN EL DEMONIO
En esta teoría que Longenecker está desarrollando está dispuesto a aceptar que estas influencias pueden ser demoníacas o no. Pero considera que es de buen sentido práctico verlas como demoníaco. Nos ayuda a identificar el problema, nombrarlo y echarlo fuera.
Así, por ejemplo, una persona puede estar luchando con el alcoholismo y puede llamarla “la bebida del demonio”.
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El problema puede tener una dimensión demoníaca o puede que no.
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En realidad no importa.
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Lo que importa es que la persona vea el problema como un problema objetivo real y tome medidas positivas para expulsar al “demonio”.
Esto parecería poner el caso en el ámbito de la “práctica ritual” y en el “lenguaje simbólico útil”, en medio de una mentalidad que niega la realidad objetiva de lo demoníaco. Uno puede afirmar el valor positivo del “ritual práctico” y el “lenguaje simbólico” sin dejar de ser agnóstico sobre la realidad objetiva de lo demoníaco en casos particulares. La conclusión es que es mejor tratar los casos pastorales de este tipo como si fueran casos reales de influencia o posesión demoníaca que si no lo fueran. Pero sin duda siempre es mejor creer en la existencia del demonio; es mejor recordar que nuestro adversario el diablo, anda al acecho como león rugiente buscando a quien devorar, como dice San Pedro. Veamos ahora, como punto inicial de esa pastoral del demonio que hemos mencionado, cómo se puede nombrar a los demonios.

LOS NOMBRES DE LOS DEMONIOS
La gente suele creer que las palabras diablo y demonio son sinónimos, y como tales los usa. Pero la Sagrada Escritura no usa la palabra estas dos palabras como sinónimos. Por lo que dice la Biblia, el Diablo es un espíritu muy superior al resto de jerarquías demoníacas.
La palabra Diablo o Satán o Beelzebub siempre son usadas en singular, así como sus otras denominaciones equivalentes (la Serpiente, el Dragón, etc).
Mientras que la palabra demonio aparece unas veces en singular y otras en plural. La palabra hebrea Satán significa adversario. Su traducción al griego es la palabra Diabolos, de la raíz dia-ballo, dividir. El significado de Diablo sería quien pone división, y su sentido derivado sería calumniador.
En árabe la palabra Satán significa macho cabrío.
Belial o Beliar, de la raíz Baal que significa el señor, es otra forma de nombrar a Satanás en el Nuevo Testamento.  El símbolo de Baal es el toro, frente a la ferocidad del toro, o de la cabra, se contrapone la mansedumbre del cordero, símbolo de Jesucristo
Beelzebul (o Beelzebub) significaría príncipe del estiércol, o príncipe de las moscas.
Si mezclamos la palabra aramea be´el (que significa señor) con la palabra hebrea zebul (que significa casa) sería entonces señor de la casa. El Diablo aparece en la Sagrada Escritura con las siguientes denominaciones además de las ya dichas antes:
el Acusador,
el Enemigo,
el Tentador,
el Maligno,
el Asesino desde el principio,
el Padre de las mentiras,
el Príncipe de este mundo,
la Serpiente,

MÁS SIGNIFICADOS
La palabra griega daimon significa genio (bueno o malo), si bien en el Nuevo Testamento se utiliza sólo para designar espíritus malignos.
Con la excepción de He 17, 18, en que tiene el significado genérico de “divinidades”. En el ambiente pagano de la época clásica, los puntos de referencia al hablar del concepto demonio son muy diversos pues consideraban que existían fantasmas, eones, espíritus de la naturaleza, mediadores, almas de ciertos difuntos, genios buenos y genios malos, etc. La palabra espíritu inmundo y demonio se usan indistintamente, así la mujer sirofenicia dice que su hija está poseída del demonio en Mateo, y en Marcos dice que tenía un espíritu inmundo. Los distintos nombres con que se designa a los demonios son:
espíritu sordo; Mc 9,25
espíritu mudo; Mc 9,17
espíritu impuro; Mc 1,23
espíritu maligno; Lc 7,21
demonio impuro; Lc 4,33
En el Evangelio aparece una vez la palabra lunático (Mt 17,14). Esta palabra en la antigüedad podía referirse tanto a la epilepsia como a la posesión, y deriva de la creencia de la influencia de la luna sobre los estados de crisis de estas personas. Energúmeno es otra forma de designar a los poseídos, viene de la palabra energía, por la fuerza que desplegaban en los estados de crisis. Luzbel es otra forma extra bíblica de denominar al Diablo. Mefistófeles es el nombre del demonio que aparece en la obra Fausto de Goethe. En las antiguas leyendas germanas aparece este personaje infernal como compañero del doctor Fausto y con el nombre Mefostofies, cuya antigüedad data del año 1587. La forma actual y corriente de este nombre se ha generalizado por la influencia de Goethe. Su etimología más probable es la que se origina de Megistophiel, Ophiel (del griego [email protected], serpiente) era un sobrenombre de Hermes Trismegisto que en la antigüedad era el patrono de los hechiceros, resucitado en la literatura del s. XVI y clasificado por ésta entre los siete grandes príncipes infernales.

LUCIFER
Lucifer es una denominación que no se haya en la Biblia, y significa estrella de la mañana.
La simbología sería que las estrellas representan a las naturalezas angélicas, la luna a la Virgen María, y el sol -el astro rey- representaría a Dios. El día primero de la creación, en que se separa la luz de las tinieblas, la luz representaría la creación de los ángeles bienaventurados.
Mientras que la noche es la defección de los ángeles rebeldes, Satanás sería el lucifer, es decir la estrella primera que anuncia la noche, la primera defección que apareció en el cielo crepuscular.
De ahí que el nombre de Lucifer le conviene por la belleza de la estrella que corresponde a su naturaleza angélica superior a las otras, y por ser la primera estrella del crepúsculo. Algunos traducen erróneamente la palabra latina lucifer como el que lleva la luz, pero eso es un error ya que ese significado corresponde a la palabra luciferarius. Este nombre de Lucifer se le aplicó a Satanás cuando algunos Santos Padres se dieron cuenta de que las palabras del profeta Isaías sobre el gran príncipe babilónico convenían perfectamente al Diablo, la estrella de la mañana que cae desde los cielos por su orgullo.
¿Cómo has caído del cielo astro rutilante, hijo de la aurora, has sido arrojado a tierra,
tú que vencías a las naciones? tú dijiste en tu corazón: el cielo escalaré, por encima de las estrellas de Dios elevaré mi trono. (…) Por el contrario, al seol has sido precipitado.
Is 14, 12-15
Aquí, en esta obra [dice Fortea], hago uso de la palabra Lucifer como sinónimo del Diablo.
Sin embargo algunos, entre ellos Don Gabriele Amorth, consideran que Lucifer es un demonio distinto de Satanás.
Lucifer sería el segundo en dignidad dentro de los ángeles caídos. No obstante, la tradición no ha distinguido entre estos dos términos. Ya Orígenes en el siglo III los usa como sinónimos y, francamente, yo pienso que no hay sólidas razones para considerar que son dos espíritus y no uno.

OTROS NOMBRES DE DEMONIOS
En el libro de Tobías aparece el nombre de un demonio: Asmodeo (del persa Aaesma daeva) que significaría “espíritu de cólera”.
El nombre de Lilith (Is 34,14) es un hapax que siempre ha sido considerado como una figura demoníaca. En la mitología mesopotámica ese nombre corresponde a un genio con cabeza y cuerpo de mujer, pero con alas y extremidades inferiores de pájaro. Su nombre es muy probable que esté relacionado con “lylh” que significa “noche”. En Is 13, 21 y Bar 4, 35 aparecen los “seirim” que se podría traducir como los “peludos”, deriva del hebreo “sa´ir” “peludo” o “macho cabrio”).
San Jerónimo optó por traducir esa palabra como “sátiros”, traducción sumamente acertada pues esa palabra hebrea se consideraba que designaba a algo así como demonios en forma de machos cabríos.
Esta palabra designaría antiguas entidades demoníacas a las que se tributaría culto, “no sacrificarán más sus sacrificios a los sátiros, tras los cuales se prostituían” (Lev 17,7). En Ap 9:11 se nos dice del ángel de abismo, cuyo nombre es en hebreo Abaddón y en griego tiene por nombre Apolyon.
El nombre de Abaddón significa “perdición, destrucción”. Apollyón significa “destructor”.

Fuentes:

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