jueves, 19 de abril de 2018

EL PAPA FRANCISCO: ¿ACERTARON LAS PROFECÍAS?




Ya tardaba en aparecer por aquí el nuevo obispo de Roma, Francisco. Pasados los primeros cien días de su pontificado, como si de un político se tratara, se han multiplicado los análisis de su persona, sus palabras y sus acciones como Papa. Por eso quiero aprovechar para ver en qué ha quedado todo aquello que revoloteó en los medios de comunicación en torno al cónclave y la elección en su versión más “misteriosa”, y que podemos enmarcar en el interés contemporáneo –o no tanto, ya que es una constante en muchas civilizaciones y culturas a lo largo de la historia, sobre todo en los momentos de decadencia– por el esoterismo. Resumiendo mucho todo lo que se dijo o escribió sobre el tema antes, durante y después del cónclave, tendríamos que hablar de las profecías de San Malaquías, los vaticinios de Nostradamus, el tercer secreto de Fátima y lo astrológico y mágico en general.
El primero de los elementos fue un lugar común nada más hacerse pública la noticia de la renuncia al ministerio petrino por parte de Benedicto XVI. Según la llamada “profecía de San Malaquías”, el fin del mundo llegaría al completarse el listado de 112 Papas con sus lemas respectivos en latín que supuestamente habría escrito San Malaquías de Armagh, un obispo irlandés del siglo XII. Como ya mostré en un artículo publicado en el portal Aleteia, la atribución de ese documento al santo prelado es falsa, y su primera aparición pública data de 1595. Por eso no es raro que acierte en un 95 % en los pontífices anteriores a esa fecha, y que, por el contrario, sólo consiga coincidencias muy forzadas de ahí en adelante.
La cosa es que después de Benedicto XVI –al que correspondería el lema “Gloria olivae”– todas las miradas estaban puestas en el Papa siguiente, con cuyo lema, “Petrus romanus”, vendrían todas las tribulaciones y persecuciones a la Iglesia, la destrucción de Roma y el fin de todo lo que existe. En aquellos momentos de la sede vacante, algunos especularon con la procedencia curial del nuevo sucesor de San Pedro, o con que el elegido por los cardenales tendría o se pondría el nombre del pescador de Galilea. Desde la perspectiva que nos da el calendario podemos afirmar ahora que el cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio no cumplía ninguno de estos requisitos, más allá de su ascendencia italiana.
El segundo tema a consideración en la galaxia esotérica estaba basado en las profecías de Nostradamus, al que sus fans incondicionales dieron una oportunidad después de fallar estrepitosamente por enésima vez en cuanto al fin del mundo en 2012. Al visionario francés se recurre habitualmente para aplicarle o desaplicarle los más variopintos anuncios. Esta vez la aplicación a la sede romana consistía en su profecía sobre la llegada de un Papa negro. Las especulaciones volvían a basarse en algo apócrifo, incluso menos cierto que lo anterior de San Malaquías… sencillamente porque Nostradamus no dejó escrito en ningún lugar de sus Centurias esa tontería. Sólo hay una referencia al “rey negro” asociada a catástrofes y desgracias. Una cuarteta oscura –con perdón– que enseguida se aplicó al presidente estadounidense Barack Obama en su día, y que hace unos meses señalaba a alguno de los cardenales negros como el Papa siguiente. Otro fracaso de los esotéricos.
Eso sí, ya hubo algunos que tras el anuncio de la elección de Francisco el pasado 13 de marzo, y sin tener en cuenta que se estaban basando en algo que Nostradamus nunca dijo –¿a quién le importa en estos casos?–, se apresuraron a certificar el acierto de la falsa profecía. No puedo formularlo mejor que ellos, así que me limito a copiar lo que acabo de ver en una revista de misterios sobre este tema. El cronista, tan serio y riguroso él, escribe lo siguiente: “como en ningún cónclave de los anteriores que en mi vida he podido presenciar, sentí un escalofrío a la vez que pensaba para mi interior: han elegido al Papa negro”. ¿La razón? La pertenencia de Bergoglio a la Compañía de Jesús. Ah, claro, si es el primer pontífice jesuita de la historia, es el primer “Papa negro” de verdad y no figurado, pensaron algunos. Pero simplemente se trata de un problema de incultura: esa denominación se ha empleado siempre para referirse al prepósito general, es decir, el superior de esta congregación, por su papel importante en la vida de la Iglesia. Y Bergoglio nunca lo fue.
Así, vemos que ninguna de las dos profecías encontró aprobación en la realidad de los hechos. Algunos, sin embargo, ya se han dedicado a retorcerlas para intentar “demostrar” que tenían razón. Como siempre, la irracionalidad de estas propuestas resiste cualquier fracaso y continúa reapareciendo de una u otra forma. A los que consumen de forma acrítica todos estos productos de bajísima calidad intelectual se la cuelan una y otra vez. Incluso parece que los grandes errores de predicción los reafirman en su postura.
Como leí que contaba uno de estos divulgadores esotéricos: es verdad que no es negro ni se llama Pedro, pero las revelaciones y augurios “sí coinciden en marcar los primeros años del siglo XXI como los de la terminación de la Iglesia católica y el final del mundo cristiano como es hoy en día”. Está la cosa como para fiarse de ellos… Ah, y aprovecho para dejar aquí constancia escrita de algo que he leído en una revista de futurología, como reflexión personal de un autor después de repasar una frase de Nostradamus: “¿se está refiriendo esta profecía a un posible envenenamiento de Francisco I y a que Ratzinger terminará sus días en Túnez?”. Lo que nos hacía falta…
Junto a todo esto resurge, de vez en cuando, el tercer secreto de Fátima. ¿Y qué tiene que ver la Virgen María en todo esto? Conspiranoicos de dentro y fuera de la Iglesia católica sostienen que la Santa Sede mintió cuando dio a conocer en el año 2000 el contenido completo de la tercera parte de lo que la Madre del Señor mostró a la niña portuguesa Lucía de Jesús en 1917. Todo lo que se comenta, como pueden imaginar, gira en torno a grandes apostasías de la Iglesia, catástrofes colectivas y demás tragedias.
Y aunque uno se ciña al texto divulgado oficialmente por el Vaticano –que no tiene por qué mentir en este episodio, por más que se empeñen algunos en intentar demostrarlo–, es cierto que hay materia para que los más imaginativos se pongan a trabajar, ya que Lucía vio a un obispo vestido de blanco subiendo a un monte entre cadáveres y siendo tiroteado en la cima a los pies de una gran cruz. Cualquier Papa que salga, mientras mantenga el color de la sotana pontificia, será objeto de especulaciones vinculadas al tercer secreto de Fátima.
Qué quieren que les diga, quizás aproveche el tirón de estas historias y proponga una nueva profecía, revelada a posteriori. Entiéndaseme la ironía, con la que continúo. Quizás un día le cuente al mundo lo que yo ya sabía y que sí ha sido una profecía totalmente cumplida y verídica. Cuando vi a los cardenales en fila para hacer el juramento previo a la celebración del cónclave, y escuché lo que decían, tuve claro que Bergoglio sería el Papa siguiente (no sé si el último, a tanto no llegan mis vaticinios). ¿Y por qué?, se preguntará el lector. Todo lo descubrí al oír la fórmula del juramento, o más concretamente su segunda parte, común a los juramentos en la Iglesia: “así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano”. En latín, cada cardenal terminaba diciendo: “quae manu mea tango”. ¡Tango! El Papa, sin lugar a dudas, tenía que ser argentino. ¿Para qué hace falta saber latín, cuando puedo inventarme una profecía? Y encima a ritmo de baile…
Junto a todo lo que he contado sobre las profecías en torno al cónclave y la sucesión papal, es interesante revisar lo que se publicó una vez elegido Francisco, relativo a su carta astral y todas esas historias, algo que me ha quedado pendiente del artículo anterior. Qué sorpresa me llevé al recibir, enviada por un amigo asiduo del kiosco, una popular publicación bimestral dedicada al horóscopo con una gran foto del nuevo Papa ocupando la portada, y con el titular “¿Cuál será el destino del nuevo Papa?”.
Una portada muy pensada, ya que el título es acompañado por la siguiente aclaración: “catastróficas profecías le auguran un papado difícil pero su carta astral no parece decir lo mismo”. Es una pena que se trate de papel escrito, porque le irían de maravilla unos acordes de música de misterio al compás de ese sugerir sin decir del todo para que al incauto lector le pique la curiosidad y compre el ejemplar. Nada más abrir la revista, la directora explica que ha habido “señales en el cielo” acompañando la elección papal (la célebre foto del rayo sobre la cúpula de la basílica de San Pedro), que trae aires de cambio en el mundo, algo que coincide “con la energía planetaria de Júpiter desde Cáncer”. Vamos, lo de siempre…
Entrando ya en materia, la futuróloga y tarotista que se dedica a elaborar la “carta astral” de los famosos en la revista inicia su presentación del Papa basándose en el documento falsamente atribuido a San Malaquías al decir que “Francisco podría ser el último sumo pontífice”. El curriculum del obispo de Roma se resume aquí diciendo que nació “con el Sol en Sagitario y la Luna en Acuario y, aunque el elemento de su signo es el Fuego, en su carta astral predominan claramente otros dos elementos: el Aire y la Tierra”.
A partir de aquí, imagínense todo lo que dice, pretendiendo dar un aura de rigor y cientificidad a palabras vacías sobre la personalidad de Jorge Mario Bergoglio, que sería alguien masculino, impulsivo, inteligente, perseverante, humanitario, amable, altruista, cercano a los débiles, etc. Qué quieren que les diga… yo creo que todo esto lo sabíamos muchos al día siguiente de la elección, sólo con leer los periódicos, que para esto ya están los encargados de documentación en los medios. No hacía falta mirar tanto las estrellas.
Y ojo a lo completo del tema: en la página siguiente se da otra carta astral, la de Francisco, diferente a la del cardenal Bergoglio, ya que el nuevo Papa “nació” en el momento de su elección “bajo el signo de Piscis, con la Luna en Aries y el Ascendente en Libra”, y nos dice cosas extraordinariamente parecidas a las de su personalidad anterior. Qué emocionante. No hay que olvidar que el argentino hará cosas grandes… lo dicen las estrellas con una claridad meridiana: “tiene en su carta astral a Júpiter en Capricornio y en trígono con Urano. De nuevo una posición y un aspecto que le aportan cualidades muy útiles para la gran tarea que tiene que afrontar”. Estoy seguro de que los cardenales tuvieron en cuenta todos estos criterios “superiores” a la hora de escribir su voto.
Como es habitual en el estilo literario astrológico –en el caso de que pudiéramos hablar de este género–, todo lo que se dice en las dos cartas astrales del Papa es lo suficientemente sibilino y amplio para que la vidente pueda decir después, quedándose tan ancha: “he acertado”. En casi todas las afirmaciones se da una de cal y otra de arena. Por ejemplo: la Luna en Acuario (cosa de Bergoglio, como ya dije antes) “puede ser algo contradictoria, aportándole ideas de cambio o avance y mentalidad abierta, mientras le hace aferrarse a sus convicciones e ideas fijas”. Haga lo que haga Francisco, esta señora habrá acertado. ¿Sale un pontífice “progre”? ¡Acerté! ¿Es más bien durillo y “carca”? ¡Claro, si ya lo había dicho yo! Aunque parezca que caricaturizo el tema, no creo estar nada desencaminado… así funcionan las cartas astrales y toda predicción basada en las estrellas, planetas y otros cuerpos del espacio.
Casi hay que agradecer a nuestra “adivina papal” todo lo que nos ha revelado sobre el sucesor de San Pedro. Podemos estar tranquilos, ya que “Júpiter es, además, el regente de su signo y el que le aporta una mente inquieta, capaz de grandes cosas y de rendir al máximo cuando se enfrente a viejos problemas desde nuevos enfoques”. Si no fuera por estas palabras, dudaríamos de la capacidad del Papa argentino. Quedamos más tranquilos al saber que está asociado al gran planeta cuyo nombre nos remite al dios supremo del panteón romano… y así lo está haciendo de bien. Gracias, señora vidente, por dejar en buen lugar a Francisco. Los cardenales pueden estar satisfechos de su elección al leer su interesantísima carta astral.
Ah, pero… ¿los cardenales leen estas cosas? ¡Espero que no! ¿Y al Papa le habrá llegado este documento de tanta enjundia? Lo desconozco. Eso sí, me consta que Francisco tiene una opinión formada acerca del asunto. Y aquí ya voy en serio: no me voy a inventar nada ni pondré en su boca cosas que estén en mi cabeza, como hacen algunos aprendices de periodistas. Me voy a limitar a rescatar unos comentarios del pontífice en una de esas eucaristías que preside diariamente a las 7 de la mañana en la capilla de la Domus Sanctae Marthae, donde reside.
Concretamente la del 5 de abril, pocos días después del inicio de su ministerio petrino. Ese día, viernes de la octava de Pascua, predicó sobre el nombre de Jesús, basándose en la primera lectura del día, tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 1-12). En este pasaje leemos cómo el apóstol Pedro les dice, entre otras cosas, a las autoridades judías: “ningún otro puede salvar; bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”. Lo dice refiriéndose a Jesús, por supuesto.
¿Y qué tiene que ver esto con la dichosa carta astral? Sencillamente, que el Papa, siendo fiel sucesor de San Pedro, repite sus palabras sobre la unicidad salvífica de Jesucristo y las actualiza. ¿Cómo? Según lo que se comunicó a través de Radio Vaticana y de L’Osservatore Romano (recordemos que no se publican las homilías íntegras de estas celebraciones, sino un resumen diario), Francisco señaló que a menudo “cuando hay problemas los hombres no confían en Jesús, sino en otras realidades”, recurriendo tal vez a sedicentes magos “para que resuelvan las situaciones”, o bien “van a consultar el tarot” para saber o comprender qué hacer. Pero no es recurriendo a magos o al tarot donde se encuentra la salvación: la salvación está “en el nombre de Jesús. Y debemos dar testimonio de esto. Él es el único Salvador”.
¿Hace falta decirlo más claro? Creo que no. No sé si se han dado cuenta, pero en todo lo relativo al futuro del Papa no aparece Dios. Ni rastro de la fe en las cartas astrales. Ni rastro de la confianza en su providencia. Y no es casualidad… En el Año de la Fe no está de más recordar que todo lo que se mueve en torno al horóscopo, la astrología, la adivinación, la videncia y la retahíla que se quiera añadir no sólo no es compatible con la fe cristiana, sino que es algo que acaba con la relación normal del creyente con Dios. En el lenguaje bíblico, se trata de idolatría. Por eso el Papa no consulta a los magos ni al tarot. Ni los cardenales que lo votaron. Ni debería hacerlo ningún cristiano –algo en lo que, por cierto, judíos y musulmanes están de acuerdo– se encuentre como se encuentre. La tentación de conocer el futuro e intentar modificarlo con artimañas ocultas siempre estará ahí. La respuesta del creyente en Jesús sólo puede ser una, si es en fidelidad.
Para concluir, recordaré una anécdota de la que daba cuenta la prensa mexicana el pasado mes de marzo, unos días antes de la elección de Francisco, para que se vea que no hace falta que lo diga el Papa para que los pastores hagamos lo que tenemos que hacer. Una mujer de aquel país, denominada “expendedora de productos esotéricos”, acusaba a los sacerdotes católicos “de utilizar argumentos que confunden y alejan a la población de estos temas y les truncan un futuro próspero, lleno de abundancia y armonía… los padres están mal informando”. En resumen: le estaban fastidiando el negocio de amuletos, rituales y demás morralla ocultista. Cuánto me recuerda esto al episodio, también de los Hechos de los Apóstoles, en el que Pablo y sus compañeros son víctimas de un motín de los orfebres de Éfeso (Hch 19, 21-40). ¿Su delito? Predicar a Jesús y decir que no había verdad en sus reproducciones de la diosa Artemisa. Lo que yo decía antes: en el lenguaje bíblico, se trata de idolatría.
Luis Santamaría del Río
Secretaría RIES

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